¿Cómo destruir fortalezas?

2 Corintios 10:3-5

3 “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;

4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,

5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo

Dice la Biblia que aunque andamos en la carne no militamos según la carne. Lo que nos está dando a entender es que tenemos un cuerpo carnal pero no debemos militar en la carne, no debemos pelear carnalmente, no debemos pelear como el mundo pelea. El apóstol Pablo nos está diciendo que aunque somos carne, somos llamados a militar, tenemos una guerra espiritual, dice en Efesios 6:10-13 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.” Hay una lucha espiritual y no es contra sangre y carne y no solo se nos ha mandado a batallar sino que también se nos ha dado una armadura para resistir. Muchas veces decimos “le piso la cabeza al diablo” o “yo te reprendo” pero se nos ha mandado a resistir no para vencer porque Cristo ya tuvo la victoria en la cruz, se nos llama a resistir y se nos dió una armadura para que podamos pero tristemente estamos siendo derrotados.

2 Corintios 10:4 dice “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” y de eso quiero hablar.

Se nos ha dado armas poderosas que solamente son en Dios, se nos ha preparado, pero estamos siendo derrotados porque estamos peleando como el mundo pelea, estamos batallando como el mundo pelea. Estamos peleando de una forma equivocada, inclusive con el enemigo equivocado, con la esposa, con el esposo, contra la iglesia, entre hermanos. Me recuerda a David que vio al gigante y dijo “¿quién es ese filisteo incircunciso?” y le dijo su hermano Eliab: “David, tú sólo vienes a echar chisme” y David le dijo que hablaba por mero hablar, la pelea no era con David, era con Goliat y así estamos mucho de nosotros. Estamos siendo derrotados y Satanás ha edificado fortalezas en nosotros.

Las fortalezas son aquellas áreas en las cuales Satanás ha edificado y nos tienen como prisioneros. Un prisionero de guerra es atrapado por el otro ejército y lo tiene preso de su libertad. Nosotros estamos siendo prisioneros espirituales, hemos cedido áreas a Satanás y no me mal entiendas, gracias a Dios que hemos entregado nuestras vidas a Cristo y hemos cambiado este tiempo, pero hemos cedido áreas a Satanás, ha edificado muros y no entra la luz a ese lugar y es por eso que vivimos en derrota tras derrota, vivimos destruidos porque hemos cedido esas áreas, hemos perdido el control de esas áreas y quiero hablar acerca de cómo romper esas fortalezas que Satanás ha edificado. 

Dice 2 Corintios 10:4 “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” Cuando tú destruyes algo es que quede polvo, que quede nada. Muchos de nosotros no hemos destruido porque lo queremos destruir de forma carnal y dice ahí que las armas son poderosos en Dios y solo Dios puede destruir algo, en nuestra propia fuerza no lo podremos destruir, sólo Dios puede destruir esas fortalezas que Satanás ha edificado.

Una fortaleza puede ser la música, quizás todavía estamos con un pie acá y el otro allá, otra puede ser la mentira, los malos pensamientos, las adicciones, el alcohol, el cigarro, para algunos son áreas en las cuales le siguen cediendo a la carne para que se deleite y no ha habido cambio. Es algo en lo cual estamos batallando y cedemos nuestra carne para que se deleite y no para que nos gocemos en Dios, esas son fortalezas. Se nos han dado las armas poderosas para destruir esas fortalezas.

Para que podamos destruir esas fortalezas, dice el versículo 5 “derribando argumentos”, un argumento es un desacuerdo de diferentes opiniones, es decir, que en nuestra mente hay dos argumentos lo espiritual y lo carnal. El problema es que hacemos tanto caso a lo carnal y eso es lo que hace que caigamos y que seamos derrotados. Muchos de nosotros desde que entramos a la iglesia venimos pensando “¿Para qué voy a ir?”

La palabra de Dios nos dice en 2 Timoteo 3:16 “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,” es la que nos ayuda a cambiar y muchas veces esos argumentos son los que hacemos a un lado y no confiamos en Su Palabra y en vez de llenarnos de los argumentos espirituales nos llenamos de argumentos carnales. Preferimos leer cualquier otro libro en vez de la Biblia, lejos de crecer en eso, desperdiciamos el tiempo, alimentamos más lo carnal que lo espiritual. La Biblia es lo único que puede hacer un cambio en nosotros, el Espíritu Santo nos instruye, nos guía y nos dice que cambiar, pero si no derribamos esos argumentos carnales no habrá cambios. Debemos alimentar nuestros argumentos espirituales.

Dice 2 Corintios 10:5 “…y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” Altivez es algo elevado que impide que algo entre o salga, de esta palabra se deriva la palabra altitud. Debemos derribar esa barrera que impide que entre la voz de Dios. Muchas veces venimos a la iglesia estamos aquí pero nuestra mente no lo está. 

¿Qué puede ser una altitud en nuestra vida? Las malas amistades, las relaciones tóxicas, la televisión que impide que la luz de Dios entre. Es aquello que impide que sigamos creciendo, es aquello que impide que entre la luz de Dios para que obre y haga cambios. Para derribar esa altitud debemos someternos a Dios, someter nuestra voluntad a Dios, es lo que David hizo cuando vio al gigante. Él no fue en su fuerza, sino en la de Dios y es lo que vemos en 1 Samuel 17:45 “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” David no se creció no dijo “Soy bien bueno para matar gigantes” ¿Sabes dónde aprendió David a someter su voluntad a Dios? En el desierto. Me puedo imaginar en el desierto cuidando las ovejas de su padre y si venía un león u oso él lo mataba. ¿Por qué tenía ese valor y esa confianza? Porque él oraba al Señor, la palabra de Dios no dice de balde que David era un hombre conforme al corazón de Dios. Yo me imagino que ese joven pasaba tiempo con Dios, sometía su voluntad a Dios y le decía “yo no puedo pero tú sí puedes”, y por eso él aprendió a confiar y por eso David tenía esa confianza y dicen los versículo 46 y 47 “Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.” Ahí estaba derribando esa altivez, David estaba diciendo “yo no vengo en mis fuerzas.” 

La batalla no es entre sangre y carne, la batalla es espiritual y como es espiritual lo único que puede derribar ese argumento, esa altivez es Dios, es someter nuestra voluntad a Dios.

Dice 2 Corintios 10:5 “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” La palabra cautivo es que vive retenido a fuerza en un lugar. Debemos hacer a un lado nuestro orgullo, dejar de pensar que no necesitamos de Dios y someter nuestra voluntad a él, humillarnos delante de Dios.

En Isaías 5:5 vemos a un Isaías tal vez un poco arrogante, diciendo “¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?” Y el 20 dice: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” Vemos a un Isaías que dice “¡ay de ustedes borrachos, que se la pasan paseando!” pero hasta que Dios realmente lo lleva prácticamente cautivo y lo pone en manera de humillación y se da cuenta que comparado con Él no es nada dice Isaías 6:1-3 “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” y la actitud de Isaías no es como la del capítulo 5. Dice el versículo 6 “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” 

Isaías está entendiendo que no era en su propia fuerza, que no era en su propio orgullo, sino que tenía que someter su voluntad a Dios y cuando vio a ese Dios tres veces santo entendió y dijo: “Ay de mí, que soy hombre muerto” y creo que ahí entendió Isaías y sometió su voluntad a Dios y dijo “Yo no puedo pero tú si puedes Señor, y muchos de nosotros estamos ahí. No hemos llevado todo pensamiento a la obediencia a Cristo, pensamos que podemos batallar, que podemos derribar nuestras fortalezas, que podamos hacer algo y no nos damos cuenta que el único que puede hacerlo es Dios, pero que tenemos que someter nuestra voluntad en humillación a él, llevar todo pensamiento a su obediencia.

Tal vez tú fortaleza puede ser tu hogar, tu esposa, quizás has solapado a tus hijos y sigues permitiendo que se junten con esos jóvenes mundanos pero déjame decirte que Dios quiere que le digamos “yo no puedo, pero tú sí puedes ayudarme con mis hijos, tú puedes cambiar esto con lo que sigo batallando, esta fortaleza que le he cedido a Satanás.” Esa es la actitud de Isaías y la que Dios quiere.

La batalla es espiritual, se nos han dado las herramientas, pero pareciera que esas herramientas no tienen poder en nosotros porque no las creemos, tenemos la Palabra, la fe y la oración y son poderosas para destruir fortalezas.

Al igual que Isaías y que Pablo hay que llevar esos pensamientos y decirle a Dios: “Voy a ceder mi voluntad y crecer más espiritualmente y sé que tú me vas a ayudar a destruir esa fortaleza, eso que le he cedido a Satanás.” Nosotros no podemos, esto es espiritual y esto se trata entre tú y Dios.