El fruto del cristiano es otro cristiano. El mandato de ganar almas es para todos los cristianos. Si tú eres creyente, Dios te ha mandado a ganar almas. Por eso, si no estás ganando almas, estás viviendo en pecado. Igual que el que vive en adulterio. El pecado es desobedecer a Dios.

La Biblia nos dice en Proverbios 11:30: “El fruto del justo es el árbol de vida, y el que gana almas es sabio.” ¿Por qué el que gana almas es sabio? Porque está invirtiendo en lo eterno. Un hombre inteligente invierte en la bolsa de mercado en aquello que él sabe que le puede producir bien. Y la persona sabia sabe que lo que se invierte en este mundo es temporal, pero si invierte en lo eterno, es eterno. Es por eso que quien gana almas es sabio.

En Juan 15:1-2, Cristo dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.” Un cristiano no puede tener una dulce comunión con Dios si no es ganador de almas. Quienes no ganan almas están en rebeldía de lo que está más cerca del corazón de Dios. Y una vez que tú empiezas a ganar almas y tienes tu fruto, Dios te quiere limpiar, para que lleves más fruto. Continúa Juan 15:3-5: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”

La unión de una mujer y un hombre, de su amor y su vida íntima, produce fruto. Si una relación entre marido y mujer no produce fruto, hay algo que no está bien. Si hay algo malo ó uno de los dos tiene un problema, entonces no viene ese fruto. Porque lo normal es que de esa relación de amor venga un fruto. Si como cristianos, no producimos fruto,  no hay nada malo con el Señor, pero sí con nosotros. Si un cristiano no lleva fruto, es porque no tiene una buena relación con Cristo. La evidencia de una buena relación con Cristo es que va a haber frutos. Lo normal es que haya frutos y más frutos.

Lucas 1:15-16 habla de Juan el Bautista: “Porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.” El resultado de que Juan el Bautista haya estado lleno del Espíritu fue que logró que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor.

Hechos 1:8 dice: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” También dice, en Hechos 2:4: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” Lo grande no fue que hablaran otro idioma, lo grande está en Hechos 2:41, donde dice: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.” Y Hechos 11:24 habla de Bernabé: “Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.”

Hay gente que dice: “Yo tengo una dulce comunión con Dios, Dios y yo caminamos juntitos.” Pero cuando les preguntas cuántas almas han salvado, te responden que ninguna. Pues algo no anda bien en esa situación. Porque esa dulce comunión con Dios y esa llenura del espíritu producen muchas almas siendo salvas. Dios quiere limpiarnos para que produzcamos más fruto, y quiere que permanezcamos en Él, para que llevemos mucho fruto. Ese es el deseo de Dios para cada uno. Dar fruto trae bendiciones. Así lo dice la Biblia en Juan 15:7: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.”

Dios nos elige para que llevemos fruto. Eso está muy claro en Juan 15:16:“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé.”

Cuando tú te pones a ganar almas, a servir a Dios, a permanecer en Él, caminar con Él y a ser usado en Él para ganar almas, tus oraciones tienen un acceso al cielo como nunca. Tú no puedes patear a mi mujer y a mi hijo, y luego venir a pedirme un favor. Lo siento, pero ya me caíste mal. Y tú no puedes dejar almas irse al infierno y no hacer nada, y luego acudir a Dios y que Él te diga que eso está bien. Dios ama a esas almas y dio a su Hijo por ellas. El pecado de no ganar almas es uno de los más grandes, e impide que nuestras oraciones sean oídas por el Señor. Por eso, hay algo especial para el ganador de almas.

Dice Juan 15:8: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” Una de las formas de ser discípulos de Cristo y manifestarlo es llevando mucho fruto. ¿Por qué? Porque Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Su corazón late por salvar las almas, y si tú vas tras las almas, estás acercándote al corazón de Él.

En Juan 15:11: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.”Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.  irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo , trayendo sus gavillas“, dice el Salmo 126. Hay gozo en servir al Señor y traer las almas. El gozo viene de Dios, y cuando un cristiano lo obedece hay gozo.

Volviendo a Juan 15:16, que comienza diciendo: “No me elegisteis vosotros a mí,  sino que yo os elegí a vosotros.” “Pastor, ahí está, Dios elige quienes son salvos y quienes no”, pueden pensar algunos. Pero ese no es el contexto del capítulo. El contexto del capítulo es llevar fruto. El contexto del capítulo es que el cristiano debe ser ganador de almas. Luego Juan 15:16 continúa diciendo: “y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.”

Tú puedes decidir si quieres ser salvo o no; pero una vez decidas de ser salvo, Dios te elige para que seas ganador de almas. Tú puedes escoger el venir a vivir a mi casa o no, pero una vez que estés bajo mi techo: no te permito fumar, ni tomar, ni decir  maldiciones. Porque yo elijo que eso no se haga. Tú tienes el derecho de elegir entrar o no en mi casa, pero una vez que entres, yo he elegido que no se haga eso. Y tú tienes el derecho de ser o no ser salvo, pero una vez que eres salvo, Cristo te elige para que seas ganador de almas. Eso es lo que Él dice.

Juan 15:16 continúa: “y vuestro fruto permanezca;  para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” No sólo basta con lograr fruto, con ganar almas. Hay que lograr que ese fruto permanezca. “Pastor, ¿Por qué es que nuestro fruto no permanece? ¿Qué es lo que nos pasa?”, me han preguntado en muchas ocasiones. Yo he ganado almas a Cristo a izquierda y derecha, desde hace mucho tiempo. En una época, salía todos los días a ganar almas, y a veces 25 ó 30 en una semana. Ganaba almas a montones; pero llegaba el domingo y a veces ni uno venía. Yo veía en la iglesia americana que el hermano Fisk traía familias y familias. Y yo pensaba: “¿Cómo lo hace este hombre? Yo también quiero traer familias, y que sean bautizados.” Pasaban los meses y no había ni uno que yo hubiera traído. Él tenía gentes a montones: diáconos, maestros, montones que él había ganado a Cristo. “¿Qué en el mundo puedo hacer?”, me dije. Hasta que aprendí lo que él me enseñó y empecé a hacerlo.

Una de las primeras familias que gané fueron Héctor y Nelly Rodríguez. Hoy en día, su hijo que tenía 4 años, es mi asistente pastor. El otro, que aun no nacía, ahora es pastor afuera de Houston, Texas. El otro que nombraron en honor a su servidor, Elmer, está estudiando en el instituto para ser pastor.

Si una persona ganara 300 personas para Cristo al año, qué lindo, qué buen número. Pero si eso es todo lo que hace, al final del año habrá ganado a solo 300 personas para Cristo. Si hay otro que gana cien al año, no es ni una tercera parte. Pero si por lo menos tiene a uno que también se vuelva ganador de almas y gane 100 al año. Al otro año, ellos dos, pueden ganar 100 cada uno y entrenar a otro a ganar 100 más. Al final de 10 años, el primero que salvaba 300 por año, tendrá 3.000 salvos. Pero el segundo, después de 10 años, habrá más de 500 personas ganando almas cada sábado y más de 100.000 salvos. Porque tenían fruto que permaneció. Dios no quiere sólo que los ganemos, Dios quiere más que eso. Para que el fruto permanezca: debemos realizar la gran comisión.

1. Realiza la gran comisión

La gran comisión está explicada en Mateo 28:18-20 dice: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

La gran comisión tiene cuatro verbos, cuatro cosas que el Señor quiere que tú hagas:

1.      Ir

2.      Hacer discípulos

3.      Bautizarlos

4.      Enseñarles

No alcanza sólo con realizar una de ellas, hay que hacer las cuatro.

Algunos dicen: “Pastor, yo fui, repartí tratados. ¿Cumplí con la Gran Comisión?” “No. Sólo fuiste a repartir folletos, pero no cumpliste con la Gran Comisión.” Lo primero que tenemos que hacer para que el fruto permanezca es cambiar nuestra forma de pensar. Y aceptar que solo ir y pasar tratados no es la gran comisión. Hay que ir, ganarlos para Cristo, bautizarlos y enseñarles. Hasta que no se hacen las cuatro cosas no se cumple con el Señor. Sólo ir y pasar tratados no es la gran comisión. Ir y ganarlos, tampoco. Ganarlos y que se bauticen, tampoco. Se necesitan los cuatro verbos. Debemos hacer todo para cumplir con la gran comisión. Entonces yo puedo ganarles a Cristo, llevarlos a la iglesia, que sean bautizados y enseñarles a ir conmigo a ganar almas. Y repetir el proceso, para que haya ganadores de almas, y ganadores de almas, y ganadores de almas. Yo empecé haciendo esto solito en Indiana, y cuando terminé había cientos de personas saliendo a ganar almas. Hay que reproducirse en otros. A Héctor y Nelly Rodríguez los gané para Cristo. Pero no paró ahí. Los trajimos a la iglesia, se bautizaron. Pero no paré ahí. Seguí visitándoles durante seis meses, visitándolos en sus casas. Al tiempo ya me acompañaban a hacer visitas, y los llevé conmigo para ganar almas.

2. Explicar bien el plan de salvación.

El segundo paso es explicar bien el plan de salvación. Es sencillo, pero nadie es salvo por una oración si no hay fe en esa oración. El plan se divide en dos partes. La condición y la solución. La condición nuestra es que todos hemos pecado. Romanos 3:10 dice: “Como está escrito: no hay justo, ni aun uno.” La Biblia dice que sólo los justos irán al cielo, pero ¿si no hay nadie justo quien va a ir al cielo? Los que hemos sido justificados por la fe. Nadie es justo, solo Cristo. Romanos 3:23 explica: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Quiere decir que no merecemos el cielo porque hemos pecado. Dios sacó a Adán y Eva del paraíso por un solo pecado. Y nosotros hemos cometido más de uno.

También es muy importante recordar que hay un castigo por el pecado, que es la muerte física y espiritual. Romanos 5:12 lo dice así: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Adán peco, y murió. Y eso nos sucederá a nosotros. No sabemos cuándo, no sabemos cómo, no sabemos dónde. Pero sí sabemos que vamos a morir, porque hemos pecado. Romanos 6:23a nos dice: “La paga del pecado es muerte.” Ahora, ¿qué es la muerte? La muerte no es parar de existir. La muerte es separación. Cuando mi alma se separa de mi cuerpo, mi cuerpo muere. Esa es la primera muerte. Cuando mi alma es separada de Dios al infierno, esa es la segunda muerte. Esto está explicado en Apocalipsis 20:14-15: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” Y Apocalipsis 21:8 agrega: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.”

Pero Romanos 6:23b nos dice: “mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Somos pecadores y merecemos el infierno, pero Cristo nos quiere regalar vida eterna. ¿Cuál es la solución? La solución es que Cristo murió por nosotros. Cristo pagó por nuestros pecados. Está en Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

Él nos salvo, y nosotros debemos creer en Él. Romanos 10:9-10 dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Comprender esto es muy importante para nuestra vida. Tal vez algún día tengan un familiar muriéndose en la cama pidiéndonos ayuda para ir al cielo. Llamarán al pastor, y cuando este llegue, el familiar habrá muerto y Dios te llamará a ti para pedirte cuenta porque no aprendiste a ganar almas cuando quisieron enseñarte.

Si creemos de corazón en Cristo, Él nos salvará. Eso dice Romanos 10:13: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Y Romanos 10:11 dice: “Pues la Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado.” Y por último, Mateo 10:32 nos cuenta: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Entonces, en la condición tenemos dos cosas fundamentales:

1.      Todos somos pecadores

2.      Hay un castigo por el pecado: la muerte física y espiritual

Otro de los errores que yo tenía es que era una ametralladora ganando almas. Iba muy rápido, y no le daba tiempo a la gente ni para respirar. La forma correcta de hacerlo es lentamente:

-¿Si tú murieras hoy, irías al cielo?

– No lo sé

– Te puedo explicar de la Biblia como un pecador puede ir al cielo ¿Te gustaría saberlo?

– Sí
La primera cosa que necesitamos saber es cuál es nuestra condición. Al igual que un doctor hace un diagnóstico para ver cuál es nuestro problema, y después nos da la solución. Debemos ver nuestra condición, y luego la solución. Nuestra condición es que somos pecadores. Si queremos ganar un alma, debemos leerle los versículos, dos veces si es necesario. Luego, explicárselos. Y después lo aplicamos: debido a que hemos pecado, no merecemos el cielo.

Si yo desobedezco las leyes de la ciudad y me agarran ¿Qué ocurre? Consecuencias. Si mis padres se daban cuenta de que hacía algo malo, recibía un castigo. Entonces, si desobedecemos a Dios, también tenemos un castigo, que es la muerte física y espiritual.

En Apocalipsis nos habla del infierno. ¿Cómo sabemos que hay un infierno? Nunca lo hemos visto. Pero sí conocemos a alguien que lo ha visto y no miente. Su nombre es Jesucristo. Si el Señor Jesucristo me habla de un infierno literal de fuego, yo le creo.

¿Quién merece el infierno? Todos los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos.

-¿Cuántos bancos tengo que robar para ser un ladrón?

-Uno

-¿Cuántos veces hay que cometer adulterio para ser un adultero?

-Una

-¿Cuántas mentiras hay que decir para ser un mentiroso?

-Una

Este es el proceso para enseñar que un solo pecado nos condena al infierno. Un ganador de almas no puede saltar directamente a la conclusión, ya que quien nos escucha no estaría preparado.

No hay una medida de cuantas almas hay que ganar. Hay que tomarse el tiempo necesario con cada persona. Ganar almas es una cirugía, no hay hacerlo en cinco minutos. La forma de aprender es haciéndolo. Al principio yo llevaba fruto. Después más fruto. Y tuve que aprender mucho para llevar fruto que permanezca.

Cristo murió por nosotros, y pagó nuestros pecados. Y Él dice que si de corazón crees y de boca le pides, Él te salvará. Él quiere salvarte. ¿Pero que le impide salvarte? El que tú se lo pidas de corazón. Debemos enseñarles a las personas a orar, que le pidan su salvación a Cristo.

3. Enséñale lo que Dios espera de él

Debemos enseñar lo que Dios quiere de los hombres. Dios quiere que tú admitas que le has pedido a Cristo que te salve. Eso dice Romanos 10:13: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Y Romanos 10:11 afirma: “Pues la Escritura dice: Todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado.

4. Guíalo a que le prometa a Dios que va a ir contigo a la iglesia

Por eso debemos ir a la Iglesia. Debemos guiar a que las almas que salvemos le prometan a Dios que van a ir a la Iglesia. Hay que explicarles lo sumamente importante que es esto:

Yo les digo: -¿Tú le pediste a Cristo que te salvara?

– Si. Lo hice.

-¿Qué quiere Dios que hagas por Él ahora? El quiere que vayas a la iglesia y lo hagas público. Vas conmigo a la iglesia, damos tu nombre, leemos tu nombre, tú te pones de pie y con eso tú estás diciendo que le has pedido a Cristo que te salve. ¿Estás avergonzado de Cristo?

-No, no lo estoy.

-Entonces, por todo lo que Cristo ha hecho por ti, ¿no harías esto por Él? Algo tan sencillo. ¿Lo harías?

-Sí, lo hago.

-¡Sí! Qué bueno. Entonces mañana puedes ir conmigo a la iglesia. Pero, sabes que… Yo me he fijado, que si no le prometemos algo a Dios, no lo hacemos. Entonces, ¿Por qué no se lo prometemos a Dios? Vamos a orar un momentito.

¿Por qué tú no le das las gracias a Dios por haberte salvado? Puedes orar algo así: Señor Jesús gracias por salvarme. Gracias por darme vida eterna. Gracias por morir en la Cruz por mí. Yo te prometo que mañana voy a ir a la iglesia. Te lo prometo mi Dios. En el nombre de Cristo.

Después de la oración le pregunto: -¿Le prometiste a Dios que mañana irías a la iglesia? ¿Palabra de Hombre?

Y le doy un gran apretón de manos.

5. Llámele por teléfono.

Llámele por teléfono el Domingo por la mañana.

-Hay pastor, no voy a poder ir.

-Ha, pero tú le prometiste a Dios. Es seria cosa prometerle a Dios y no cumplir. Usted le prometió a Dios. Es mejor que lo hagas. Yo tuviera miedo no hacerlo.

6. Pase por él.

Pase a recogerlo.

7. Siéntate con él.

Siéntate en la iglesia con él.

8. Pasa al frente con él.

9. Y sigue trabajando con él hasta que lo hagas un ganador de almas.

Espero que estás recomendaciones los ayuden para tener el fruto que permanezca.