Alcanzando el Corazón de Nuestros Hijos

Si solamente a través de diferentes herramientas podemos controlar a nuestros hijos podemos forzarlos a otro comportamiento, pero si no hay un cambio de corazón es algo que va a ser muy temporal y no muy espiritual y a largo plazo si su corazón no se transforma, realmente habrá precios que pagar por esa clase de crianza.

Sarón pone una moneda en una jarra cada vez que sus hijos tienen un buen día de comportamiento y cuando la jarra se llena, los lleva a McDonalds ¿Es una cosa buena? Puede cambiar su comportamiento, pero es una manera de control.

Un hombre en EU tenía dos hijos jóvenes que siempre se peleaban a golpes. Él sacó un préstamo al banco para poder construir cuartos extras en la casa para que los muchachos no habitaran en la misma habitación y eso es control.

Rebeca creó algo llamado ‘El sábado de silencio en la cena’. Y era para que ella tuviera un día de calma cada sábado por la tarde. Hicieron una regla para que en la cena nadie pudiera hablar y ahora, sus hijos detestan y temen que llegue el día sábado. Esa es una forma de control.

No es nuestro trabajo transformar a nuestros hijos, solo Dios puede transformar el corazón del ser humano. Podemos meter herramientas para controlar su comportamientos.

¿Cuáles son los resultados de un padre que solo su meta es controlar el comportamiento de su hijo? Un joven llamado Jared dice que espera ser mayor de edad para poder salir del control de sus padres. Detesta la manera en que sus padres no le permiten tomar alguna decisión. 

A veces, eso puede pasar en nuestro entorno bautista fundamental.Para que nuestros hijos no nos den vergüenza tenemos reglas exteriores de cómo se deben vestir, y eso está bien, pero eso no es el todo; que tiene que asistir a la iglesia, eso es muy importantes, es la casa de Dios, pero hay más cosas que eso. ¿Podemos controlar a nuestros hijos cuando son niños y jóvenes? Sí, a través de amenazas, aventar la chancla, comprarles montón de cosas para transformar su comportamiento, pero realmente si su corazón no es transformado, entonces no estamos haciendo el trabajo que Dios nos ha encomendado.

Por eso, vamos a hablar de “Alcanzando el corazón de nuestros hijos.” Los Proverbios principalmente se enfoca más en el corazón que en la conducta. Proverbios 22:15 dice: La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él. La necedad está en su corazón por eso no tienes que enseñar a tu hijo a ser un necio, eso vino en el paquete gracias a Adán y Eva. 

Entonces si estamos ignorando el corazón de nuestro hijos no los estamos criando bíblicamente, religiosamente tal vez, psicológicamente tal vez,pero bíblicamente no.

¿Hay maneras prácticas que podamos empezar a tratar con los corazones de nuestros hijos? Sí. No podemos transformar su corazones, pero podemos tomar las herramientas divinas que Dios usa para transformar corazones y que ellas serán nuestras armas de milicia en el hogar.

1. Tienes que ver como necesitas cambiar primero

Dice Malaquías 4:6El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición. Es una maldición cuando hay padres distantes, hogares sin papás, cuando no hay conexión entre padres e hijos, cuando el padre es adicto al trabajo y no está envuelto en la vida de sus hijos, y eso va a generar especialmente en iglesias, una amargura en los hijos y por eso tenemos hijos que no quieren venir a la iglesia, pero cuando tienes una conversación en el que se abre el corazón de ese joven, te va a contar lo que pasó en su hogar. En muchos casos tuvo padres que vinieron a la iglesia y aparentaban en público algo, porque el tema de Malaquías es hipocresía, eran muy buenos para rutina religiosa pero sus corazones estaban lejos de Dios y eso arrastraban a su hogar y obviamente el hombre que no está sintonizado con Dios no estará sintonizado con su familia y ¿Quién necesita cambiar primeramente? El padre y la madre. Este es el patrón aquí.

La Biblia no descarta que el hijo necesita cambiar y dar el corazón a sus padres, pero esa no es la primera base, dice: “El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres” 

Cuando se trata de formar a nuestros hijos y cuando se trata de criarlos nuestro nivel de pensamiento necesita ser diferente que la forma que pensaste anteriormente. Muchos pensamos “Yo cambio a mi hijo.” Necesitas cambiar tu mentalidad. Tú no lo cambias, sino que puedes ser una herramienta de Dios para que Dios produzca un cambio duradero en él. 

Entonces, cuando piensas que es tu trabajo cambiar a tu hijo, sin lugar a dudas vas a usar herramientas que no funcionan. Tenía una placa de mi auto y un amigo estaba pasando y me ayudó a ajustarla, pero la placa tenía tornillos planos y él sacó un desarmador de estrella. ¿Has intentado alguna vez usar una herramienta que no es adecuada para cierto trabajo? A veces somos un poco necios que pensamos que cualquier herramienta puede trabajar para cualquier trabajo y simplemente no funciona de esa manera. Cuando intentas usar un desarmador de estrella para apretar un tornillo plano, lo único que produce es frustración y por eso como padres, lo único que estamos produciendo tanto en nosotros como en nuestros hijos es frustración porque estamos usando herramientas equivocadas para hacer el trabajo.

Usamos la intimidación, esto es diferente a la disciplina en amor. Puedes intimidar porque tú eres más alto y grande, puedes usar gritos, ¿Recuerdas cuando tu mamá te gritaba? ¿Eso te transformó en una persona mejor? No. Te hizo más renuente. La Biblia dice “La palabra áspera hace subir el furor” El ambiente de casa se vuelve tenso cuando usamos herramientas equivocadas como los gritos de amenaza. Otros usan la culpa. “¡Ay, la vida era tan fácil antes de que nacieras!” También el tratamiento de silencio. Hay padres pasivos agresivos que no enfrentan las cosas solamente e ignoran a sus hijos dos o tres días. No seamos niños, esas son niñerías. Hay madres que solamente cuentan a diez y no hacen nada. Hay otros que usan dulces, chocolates, juguetes, manipulaciones y mentiras. 

¿Cuántas cosas hacemos para transformar el comportamiento de nuestros hijos pero nunca alcanzamos su corazón? ¿Y quién necesita cambiar primeramente? ¿El niño o nosotros? Nosotros porque esta es la receta de Dios para remover el poder de la maldición. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos,. Tienes que confiar profundamente en el poder del evangelio  de  nuestro Señor Jesucristo para transformar a todo ser humano. No está en nosotros dar regeneración, yo le di a mis hijos su naturaleza física y pecaminosa, pero solamente Dios a través de su Espíritu les puede dar otra naturaleza que tanto necesitan. Nicodemo tuvo religión y tuvo naturaleza humana, pero vino con Cristo y Cristo le dijo: “Es necesario nacer de nuevo para ver el reino de Dios”. Luego dice lo que es nacido de la carne carne es, pero lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Si quieres que tu hijo tenga una naturaleza espiritual necesitas cambiar tu mentalidad de que no eres quien transforma a tu hijo, sino eres un conducto y tu herramienta más grande no es tu temperamento, no es un juguete de Spiderman, no es una bicicleta, es la palabra de Dios porque el corazón es el campo, la semilla poderosa es la palabra de Dios.

Pero veo que en muchos hogares cristianos (y tengo que examinar el mío propio) que hay escasez de Biblia que se comparte en la casa y lo que tú usas refleja dónde está tu confianza.

¿Sabes la historia de Absalón? El hijo que te ofende más te necesita más y en este caso lo más fácil para nosotros es pasar más tiempo o invertir más en el que más no quiere, eso es humano, es amor humano que se inyecta, pero repito, en el paquete del evangelio vino la capacidad de tratar bien y amar a lo que no nos aman, a bendecir a los que no nos agradecen. ¿Tienes un hijo que no te agradece tanto? ¿Tienes un hijo más rebelde que otro? El hijo que más te ofende es el que más te necesita. En el caso de David que tuvo muchos hijos, Absalón era el que más le ofendía, y él en su furor mata a Amnón, el rey David le invita a regresar a Jerusalén, pero la Biblia dice que estuvo dos años enteros sin ver la cara del rey. David pensó que la cercanía física igualaba la cercanía emocional y simplemente no es así. Cercanía física sin cercanía emocional produce una amargura más profunda. David tenía que cambiar primero.

2. Levanta en alto la ley de Dios antes de ti mismo y de tus hijos

Salmos 19:7 dice: La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.Una alma pérdida y la ley de Dios es capaz de alcanzar esa profundidad, va más allá de palabras, comportamientos, vestimenta, rutinas y va más allá de educación y entra en el corazón. Cuando el hombre es confrontado con la santidad y las exigencias de justicia de la ley, la ley gracias a Dios se convierte en nuestro ayo para llevarnos a Cristo porque nosotros no podemos cumplirlos. De hecho Pedro dice que la ley es un yugo que ni ellos ni sus padres eran capaces de llevar. Creo que los diez mandamientos son suficientes para ir evangelizando a nuestros hijos para ver la transformación del corazón de ellos. La ley hace sabio al indocto o sencillo. ¿Tienes un hijo indocto o necio en casa? Yo tengo cuatro y a veces me voy rascando la cabeza diciendo ¿Cuándo vas a pensar? Pero es que salieron de alguien necio llamado Kevin.

La ley de Jehová es perfecta y cuando introducimos la ley algo glorioso pasa, no solamente en el corazón de nuestros hijos, también en nuestro corazón. Todos los padres tenemos una tendencia de auto justicia y cuando ves las fallas de tus hijos es muy fácil ver la paja en el ojo de los hijos, a veces las cosas que menos nos gustan de nuestros hijos, no nos gustan de nosotros mismo, y atacamos esas cosas y si miramos a nuestros hijos por la lente de nuestra justicia vamos a ser muy crueles con ellos, la ley produce ira y cuando vemos los diez mandamientos vamos a decir “yo soy medio bueno y mi hijo malo” y vamos a mirarlo con ojos equivocados, pero lo que quiero hacer es levantar en alto la ley de Jehová porque tiene un poder de convicción, no solo en el hijo, también en el padre.

Vamos a suponer que tienes un hijo de once años y una hija de ocho. Él entra y ve que ella se atrevió  a usar sus crayolas. Ahora, no le ha importado todo el día esas crayolas, no las ha visto desde 2018, pero en el momento en que ve que su hermana tomó esas crayolas, esas crayolas son tan importantes para él y él en su gran autojusticia le quita la crayolas, le pega y le dice “mensa”. ¿Cómo reaccionarías tú? Si tú le pegas a tu hijo estás tratando con su comportamiento. No estoy diciendo que no es digna esa acción de disciplina, pero cuando en el momento no quieres escuchar la palabra mensa, con una intimidación puedes cambiar su comportamiento, pero por pegarle o por decirle una cosa a alto volumen no estás tratando con su corazón. ¿De dónde salió ese deseo de asaltar y quitar las crayolas? Salió del corazón. Dijo Jesús en Marcos 7 y Mateo 15 que todo comportamiento malo de nosotros sale del corazón. 

Cuán superior es introducir la ley de Dios en el momento. Hay una diferencia de decirle “Mi amor, siéntate. La Biblia nos dice que tenemos dos mandamientos más sublimes y altos que tenemos que cumplir: Amar a Dios. ¿Has amado a Dios? No. Has amado a esta crayola. Después de amar a Dios tenemos que amar a nuestros prójimos. Tu hermanita es tu primer prójimo. ¿Le has amado?” Así estás introduciendo la ley de Dios, y esa espada tiene doble filo porque luego que hablas de amar a Dios y amar al prójimo, no solamente era el niño que se da cuenta que necesita cambiar y te das cuenta que el niño reacciona con furor porque lo ven. Es un trato diferente y la ley de Jehová es perfecta, tus amenazas son imperfectas porque solamente tratan con el niño, pero no con uno. 

El niño le pega a la niña y le dice mensa y yo le diría “No le digas menso porque no hacemos eso,” Pero el problema es que lo acabamos de hacer es una mentira y es muy posible que tomó la palabra menso porque escucha al papá diciendo menso a sus supervisores y patrón, hay un problema con decir que no hacemos eso y se llama hipocresía porque a lo mejor el niño habla porque aprende del papá hablar de esa manera. 

Hay otro problema y es la ira injusta, es cuando yo no levanto en alto la ley de Dios y solamente es porque no me gusta que mis hijos peleen en mi casa porque llego del trabajo y no me gusta interrupciones y cuando estoy sentado con mi café en la mano y si mi equipó favorito está jugando, quiero silencio y este niño ha interrumpido mi silencio, ha interrumpido lo que yo quería, entonces le grito no porque Dios ha sido ofendido, sino porque yo he sido ofendido y mi reacción viene de una postura de autojusticia e ira. La Biblia dice que la ira del hombre no produce la justicia de Dios. Y le empezamos a decir: “Yo nunca trate así a tu tía”, “Yo nunca trate así a tu abuela.” Y venimos con una postura de autojusticia y todo se transforma cuando enaltecemos la ley de Dios porque la ley no sólo dice algo del niño, sino algo del papá y remueve esa autojuticia que es algo tan común en las conversaciones con nuestros hijos.

Hay otro problema con usar nuestra ley y no la ley de Jehová. En el momento que le decimos “No hacemos eso” eventualmente ese niño no va a ser un niño de once años, sino un hombre de veintidós años y no va a pegar a su hermana, y lo peor va a entrar a su corazón: Autojusticia. Porque eventualmente una ley humana de papá o mamá lo puede cumplir porque ya no va a estar en una necedad de niño y él va cambiar su forma de vivir, y en ese momento cuando todo es “no pegues a tu hermana” va a decir “Yo soy bueno”, pero cuando la ley de Jehová está de niño es: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Esta semana ¿guardaste esa ley perfectamente? Pero cuando enaltecemos esa ley que no podemos guardar, hay convicción en el niño para el resto de su vida que le va a mover a ir a la cruz del calvario donde toda la ley de Moisés se encuentra con una gracia que nos limpia en Cristo y esa es la meta de ser un padre.

Enaltece la ley de Dios