Clama a Dios

Jeremías 33:2-3

“2 Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre:

Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

 

Nuestro Dios primero se presenta delante de nosotros y dice: “Yo soy Jehová, yo hice toda la Tierra, todo lo que tú puedes ver e imaginar yo lo hice, yo soy el dueño de todo, yo puedo hacerlo todo, y por eso te digo, clama a mí, y yo te responderé”.

 

Quisiera hablar en esta hora sobre el clamor. Quizá es lo que hace falta en tu vida, clamar a Dios. Primero, definamos el significado de la palabra “clamar”. La palabra “clamar” en la Biblia, en griego, en el Nuevo Testamento se puede definir como “acosar a una persona, llamar por nombre, gritar íntimamente”. Estas definiciones nos dan una idea de a lo que se refiere la Biblia cuando dice clamar. Un clamor es un grito interior a una persona específica al grado de acosarla. La palabra clamar también quiere decir “buscar refugio en una roca”.

 

Orar y clamar son cosas diferentes. El clamor en sí es una oración, pero éste viene de un corazón quebrantado. Clamar no es orar “de corridito”. Clamar es algo personal, es una expresión interna de un corazón destrozado, y te tengo una buena noticia: Dios escucha el clamor de su pueblo.

 

Romanos 8:15

“15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”

 

Es un pensamiento mundano el creer que Dios se va a molestar por nuestro clamor, es irracional y anti bíblico decir “ay, es que yo cómo voy a molestar a Dios”. Hermanos, Dios aquí nos dice que cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón tenemos al Espíritu Santo, y no es un espíritu de temor, ni un espíritu extraño, ni un espíritu de esclavitud, dice la Biblia que con este espíritu de adopción ahora podemos clamar “¡Abba, Padre!”. Esta expresión es similar a cuando un niño pequeño le dice a su padre “papi”. La Biblia nos dice que no tenemos un espíritu de esclavitud, ni mundano, sino un espíritu de Dios, el Espíritu Santo, y por ese espíritu que mora en ti eres adoptado delante de Dios y puedes tener la seguridad, certeza y confianza de que puedes ir con Dios, puedes clamarle a Dios y decirle “papi, por favor, ¡ayúdame!”.

 

Nuestro Dios se compadece del clamor de su pueblo, porque somos sus hijos. Un padre se quebranta, una madre se quebranta al escuchar a su hijo pidiéndole algo, pidiéndole comida, o que le supla una necesidad. No creas esa mentira del mundo “no, cómo podría yo pedirle algo a Dios, Él ha de estar muy ocupado”. Esa es una mentira hermanos, Dios quiere escuchar tu clamor. Un clamor que es un grito interior, que viene de un corazón destrozado, que raya en el acoso. ¿Te imaginas acosar a Dios? ¿Estar insistiendo e insistiendo e insistiendo delante de Dios? ¡Eso es un clamor! Dios dice: “¡Clama a mí! ¡Clámame a mí y yo te voy a responder!”. No dice: “ora a mí, hazme una propuesta a ver si la apruebo”. No dice: “pues hazme una sugerencia”. Él dice: “clama a mí y yo te responderé”.

 

Hermanos, como cristianos estamos bien acostumbrados a una oración rutinaria, y estamos tan acostumbrados a hacer una oración tan seca y tan vana, que yo creo que no pasa ni del techo. ¿Tú quieres que Dios te conteste? Es el tiempo de empezar a clamar a Dios, porque hay una promesa, “clama a mí y yo te responderé”. Puedes ir con confianza delante de Dios, y exponerle tu petición. No es lo mismo ir con un extraño y pedirle un favor, que ir con tu papá o con tu mamá y pedirle un favor. Si yo voy con alguno de ustedes y digo: “oye hermano, préstame tu coche, voy a dar una vuelta” y tú no me conoces, difícilmente me lo vas a prestar. Pero yo puedo ir con mi papá y me dirá que sí, porque es mi padre y tengo esa confianza. Si voy y le pido un favor, sé que hará todo lo posible para hacerlo. De igual manera, tu papá es Dios. Dios no es una persona alejada a ti, Dios es tu padre. En los tiempos antiguos era una falta de respeto no hablarle de “usted” a los papás, y había una total incomunicación, pero nuestro Dios no es así. Dios dice en su palabra que ahora tenemos a su Espíritu Santo, y por ese Espíritu Santo es que ahora somos adoptados, ahora podemos clamarle, insistir, acosar, clamar y acercarnos confiadamente al trono de la gracia, no porque seamos buenos, no porque seamos muy espirituales, no porque seamos mejores, sino porque Cristo nos ha comprado con su sangre preciosa, y ahora somos hijos de Dios, ahora podemos clamar con toda confianza, ¡Abba, Padre!.

 

Ahora, vamos a ver ejemplos de algunas personas que clamaron, que no se conformaron con solo orar, con solo ser algo pequeño:

 

Lucas 18:1-7

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,

diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.

Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.

Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,

sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.

Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.

¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”

 

Aquí vemos como la viuda estaba clamando, acosando a este juez para lograr que le hiciera justicia, al grado que este hombre responde a la petición. Hermano, esto es clamar a Dios. Jesús nos dio este ejemplo porque Él quiere que clamemos a Dios. Si lo haces, ¿se tardará en responderte? ¡No! Si este juez impío, este hombre corrupto hizo justicia a la viuda que no tenía quien le ayudara, que no tenía sustento, ni autoridad ni representante, por su clamor, ¿crees tú que Dios se va a tardar en responder a sus hijos cuando le clamen a Él? La respuesta es no. Hermanos, tienen que empezar a clamar. Un clamor viene de un corazón quebrantado, un clamor viene de la urgente necesidad de que Dios escuche tu oración y aunque Él a veces diga que no, tú tienes que continuar insistiendo. El clamor en sí implica humillarse, implica insistencia, implica importunidad. En el clamor no hay lugar para la vergüenza.

 

Mateo 15:22-28

“22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.

23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.

24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!

26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.

27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.

28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”

 

Esta mujer no hablaba, no le dijo un par de veces, ella clamaba, insistía, acosaba. Esta mujer gritaba “Jesús, hijo de David, mi hija está siendo atormentada, yo sé que tú la puedes sanar, ten misericordia de mí”. Jesús la veía sin decir palabra. Si tú o yo estuviéramos en su lugar, ¿cuántos nos habríamos ido a casa?

 

¿Te imaginas la escena? Los discípulos, espirituales, fundamentalistas, detrás de Jesús, la mujer clamando tras de ellos y Jesús sin hacerle caso, y los discípulos: “oye, Señor, dile que se vaya, aquí anda gritando tras de nosotros”.

 

Dice el versículo 24 que Jesús le contestó: “Mira mujer, yo fui enviado a los judíos, yo vine a las ovejas perdidas de Israel”. Hermanos, primero fue ignorada, después la criticaron, después Jesús mismo la rechazó. La mujer ya llevaba 3 strikes. Pero no se dio por vencida. En el versículo 25 la mujer se postró, se tiró en la calle, delante de Jesús. Yo imagino que lo tomó por sus vestidos y le dijo: “Señor, socórreme”. Jesús ya le había dicho que no, que su prioridad era el pueblo de Israel. Y aún le dijo: “no está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perros”. Claro que si hay que escoger entre alimentar a tu hijo o alimentar a tu perro, la decisión es obvia. Cristo le dijo que ella no era su prioridad. Ya era la cuarta vez que esta mujer era rechazada.

 

Pero la mujer no cesó en su clamor: “sí, Señor, yo sé que son tus hijos, yo sé que son tu prioridad, pero acuérdate que aún los perrillos comen de las migajas que se caen”. Hermano, ¿cuánto se necesita para desanimarte? ¿Te atreverías a hacer lo que hizo esta mujer? ¿Humillarse a tal punto? Jesús le dijo que no, que su prioridad era su pueblo, que no estaba bien quitarle la comida a lo hijos y dársela a los perrillos, y pese a eso a la mujer no le importó humillarse. Hermano, ¿sabes por qué nunca pasas a orar frente al altar? Por tu soberbia. Porque no estás dispuesto a clamar, no estás dispuesto a humillarte. El clamor implica ser valientes. Esta mujer no pensó en sí misma, esta mujer pensó en su hija, no le importaba lo que le dijeran, no le importaba lo que pasara, si era posible ella se hubiera ido arrastrada tomada del manto de Jesús hasta que Él la escuchara. Eso es clamor, y es bíblico.

 

Lucas 18:35-39

“35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;

36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.

37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.

38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”

 

Este hombre estaba ahí, mendigando. Era alguien rechazado, despreciado, que no valía para lo sociedad, que no importaba. Jesús iba pasando, ya había muchísima gente. Hermano, ¿tú crees que el ciego era el único que tenía una petición? La gente seguía a Jesús porque Él era quien los sanaba. El ciego empezó  clamar, y la gente lo regañaba: “tú eres un ciego, un vagabundo, no molestes al Señor, ¡guarda silencio!”. ¿Sabes qué hizo? Clamó aún más fuerte. Y Jesús lo escuchó. Pidió que se lo trajeran,

 

“40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,

41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.

42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.” Lucas 18:40-42

 

Por su fe, este hombre fue salvo, por su clamor. Este hombre fue reprendido, pero clamó y obtuvo el deseo de su corazón. Entre más oposición había, más clamaba. Entre más le decían que no, más gritaba. Cuando la gente le reprendió, clamó más fuerte. Y fue escuchado.

 

Yo sé que la mayoría tenemos una petición que queremos que Dios nos cumpla. Pero el Señor solo escucha a aquellos que claman. Nos ama a todos, ama a todo el mundo. Allí había una multitud de personas, seguramente niños enfermos, viudas pobres, pero Jesús escuchó a un hombre, al que clamó. Aunque lo rechazaron y le dijeron que se callara, él siguió clamando y Jesús lo escuchó. ¿Te preocupa que los demás se molesten? ¡Que se molesten! ¿Lo otros van a pensar mal? ¡Que piensen mal! ¿Van a sentir que estamos importunando? ¿¡Y qué!? Yo voy a clamar, a gritar, a acosar, a dar voces. No vas a clamar a un hombre pecador. Vas a clamar a Dios, el único soberano de la Tierra, el dueño de todo lo que existe. Él nos dice: “clama a mí, y yo te responderé”. Hermano, dependiendo de qué tanto quieras clamar va a ser la contestación de tu petición. ¿No hay solución, ni esperanza? ¿Ya todos se rindieron? ¡Clama a Dios!

 

Salmo 30:2

“2 Jehová Dios mío,

A ti clamé, y me sanaste.”

 

Salmo 34:6

“6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová,

Y lo libró de todas sus angustias.”

 

Salmo 34:17

“17 Claman los justos, y Jehová oye,

Y los libra de todas sus angustias.”

 

Salmo 130:1

“De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo.”

 

Salmo 138:3

“3 El día que clamé, me respondiste;

Me fortaleciste con vigor en mi alma.”

 

Salmo 120:1

“A Jehová clamé estando en angustia,

Y él me respondió.”

 

Salmo 119:47

“Y me regocijaré en tus mandamientos,

Los cuales he amado.”

 

Jonás 2:2

“y dijo:

    Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;

    Desde el seno del Seol clamé,

    Y mi voz oíste.”

 

Jeremías 33:3

“3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

 

¿Necesita un milagro? Clame a Dios. ¿Tiene un problema? Clame a Dios. ¿Tiene una deuda? Clame a Dios. ¿Tiene una enfermedad? Clame a Dios. ¿Tiene una situación familiar? Clame a Dios. Humíllese, y clame a Dios. Dios escucha el clamor de su pueblo. La Biblia está llena de personas que clamaron, y Dios los escuchó. Yo no sé cuál es tu problema, cuál es tu necesidad, yo no sé qué hay en tu corazón, pero sí sé que la Biblia dice: “clama a mí, y yo te responderé”. Hermano, hermana, empieza a clamar. Empieza ahora mismo a clamar.