Jonás 4:1 Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó.
4:2 Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.
4:3 Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.
4:4 Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?
4:5 Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad.
4:6 Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera.
4:7 Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó.
4:8 Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.
4:9 Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte.
4:10 Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció.
4:11 ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?

Sabemos de ésta historia. Dios le dijo a Jonás que fuera a Nínive, al norte de Jerusalén, rumbo a Egipto, en Asiria. Se dice que él no quiso ir por desobediencia, y quiso huir a Tarsis, rumbo a España. De Jerusalén hasta Nínive eran aproximadamente 10,000 km, y de Jerusalén a Tarsis era lo doble, Jonás quería apartarse de la presencia de Jehová, pero para eso descendió al puerto de Jope, se quedó a la mitad.

El mensaje es que a veces el cristianismo es así, Dios nos manda hacer ciertas cosas, o ir a tal lugar, y nosotros hacemos lo contrario, no vamos a ese lugar y nos quedamos a la mitad. Somos cristianos a medias, que ni obedecemos a Dios, pero tampoco lo desobedecemos tanto, queremos estar a la mitad.

Por otro lado, hay cosas en nuestra vida que nos estorban, que nos detienen para tener la compasión que Dios tiene por la gente. Hay cosas que nos estorban, hermanos,  a Jonás lo que le estorbó para tener esa compasión fue UNA AMARGURA.

Dios puso en mi corazón que hablara a cerca de la amargura y lo que es. La Amargura es un sentimiento de pesadumbre, de tristeza, una inquietud provocada por una situación desagradable o contraria a lo que uno piensa. Una amargura es el estado anímico causado por un disgusto. Es una disputa, una riña provocada por un desacuerdo o diferencia entre personas. Desigualdad entre varias personas.

Cuando uno tienen una inquietud en el corazón porque no se hace lo que uno cree que está bien.

I. Causas que nos traen amargura.

1. LA AMARGURA ENTRA CUANDO LA GENTE HACE COSAS QUE A MI NO ME GUSTAN.

Jonás se apesadumbró en extremo y se enojó tanto, se puso muy triste pero también se enojó, eso fue su reacción.

Jonás 3:10 Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

Por eso Jonás se puso triste, pensó: “Dios, para que me haces que yo venga, si de todos modos tu ibas a perdonar a este pueblo rebelde”. Tanto era su enojo porque no quería a esa gente. Se dice que Nínive, años antes, iba a conquistar al pueblo de Dios, por medio de los Asirios. Por eso Jonás no amaba a esa gente, porque eran personas muy malas y perversas. Debido a esto Jonás se enojó porque dijo Dios que ya no los iba a herir, ya no les iba a causar dolor a ellos porque Dios los había perdonado.

Jonás se amargó y en versículo 8 dice: Mejor sería para mí la muerte que la vida. 

Tanto fue su amargura que prefería estar muerto. Nos amargamos cuando alguien hace algo que no nos agrada o no nos gusta. ¿Cuántos no nos hemos amargado porque una persona hizo algo que no nos gustó? A veces lo vemos en la familia, tal vez un hermano hizo algo indebido, y estamos tan amargados, tan disgustados, pero esa amargura traerá destrucción.

Lo mismo pasa aquí en la iglesia. “Es que el hermano hizo esto y a mí no me gusta lo que hizo” y ya estamos amargados.

Génesis 26:34 Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo;
26:35 y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca
.

Isaac le había dicho a sus hijos que no tenían que tomar mujer de otro lugar, si no del mismo pueblo. Y su amargura fue tanta porque su hijo Esaú no hizo caso.

Nos amargamos a veces porque les decimos a nuestros hijos: “Es que tienes que hacer esto” “te dije que no te juntaras con ese joven y no lo hacen. O a nuestra esposa, “Yo te dije que hicieras esta comida” y la esposa hizo otra y ya tenemos un disgusto con ella. Ahí empieza la amargura, cuando la respuesta es contraria a lo que pedimos. Y eso, es pecado delante de Dios. Por cualquier cosita que haga la gente y no nos gustó, ¡Nos encendemos y nos ponemos furiosos!

2. LA AMARGURA ENTRA CUANDO NO TENEMOS LO QUE QUEREMOS.

Nos amargamos cuando queremos algo y no lo tenemos.

1 Samuel 1:1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
1:2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
1:3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
1:4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte.
1:5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
1:6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
1:7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
1:8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
1:9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
1:10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.

Ana tenía amargura, no estaba a gusto porque la otra mujer la irritaba burlándose porque no tenía hijos, pero Dios no se los concedía.

A veces tenemos amargura porque Dios no nos concede lo que nosotros queremos, nos amargamos a veces en contra de Dios, ¡Ah, pero porqué Dios no me da esto! ¡¿Por qué yo no tengo eso y él si lo tiene?! y va entrando la amargura.

La amargura es algo fácil que se va metiendo en el corazón lentamente, empieza por algo sencillo, y es como una raíz que va penetrando todo el corazón, hasta que ese corazón se irrita en contra de Dios, y si se irrita en contra de Dios se va a irritar en contra de cualquier persona.

Por eso, hermanos, a veces nos amargamos, porque queremos las cosas y Dios nos dice: “No es momento, todavía no te lo voy a dar”, y así es con los papás a veces,  el hijo dice: “Papá es que yo quiero ir con el auto a tal lugar”, y el papá: “No te lo voy a dar ahorita” y el muchacho está amargado, hace su berrinche porque está  en contra de la decisión que tomó el papá.

A veces pasa así en el matrimonio. Porque el esposo dijo ciertas cosas a su esposa, ella se disgusta y dice: “No me abraces, quítate” y lentamente empieza la amargura y va a destruir.

3. LA AMARGURA ENTRA CUANDO SE BURLAN DE NOSOTROS.

“Es que me dijiste una palabra burlona” y ya tiene ese coraje en el corazón. Cuántos hermanos aquí ya están amargados porque una hermana o hermano dijo algo y ya no vienen a la iglesia. “¿Porqué me dijo eso la hermana?”. Nos sentimos superiores a la gente. Pensamos: “Yo merezco que me respeten” y si alguien nos falta al respeto, lo descalificamos. ¡Al Señor Jesucristo le faltaron al respeto! ¿Él se amargó con nosotros? ¡No hermano! ¡Él no se amargó tanto, hasta dio su vida por nosotros! Esa actitud debemos tener nosotros. Cuando una persona nos diga algo, en vez de amargarnos y hacerle “el feo”, (pues con nuestra cara decimos todo, o esquivamos la mirada) entre mismos hermanos, lamentablemente aquí mismo en la iglesia he visto eso, y en cualquier iglesia pasa, pero a Dios no le agrada eso. Hermano (a), si usted tiene una cara de pocos amigos, cambie su cara, si no está amargada, ¡no lo demuestre!, sonría, ponga una gran sonrisa pues nuestra cara demuestra muchas cosas.

A veces, porque la mosca pasó, ya nos amargó el día. Nos amargamos porque una hermana no nos saludó, o porque no comemos a nuestra hora. “¡Ay, mamá, te dije que ya tenía hambre, porqué hasta ahora!, ¡Mamá, ¿Por qué no me planchaste esto?! ¿Pues que eres rey, o es la obligación de tu mamá?, ¿Joven, Cuántos años tienes? ¡Ya empieza a lavar y planchar tu ropa! Si no quieres enojarte, como me decía mi papá: “Hazlo tú papacito”. Pero a veces nos amargamos porque la gente nos dice nuestras verdades, y la “agarramos” contra el papá: “Cuando sea viejito, va a ver, ya me las va a pagar” y guardamos ese resentimiento en el corazón, o con los hermanos “Cuando él me pida ayuda, no le voy a ayudar”, pues ¿No somos hermanos en Cristo?

4. LA AMARGURA ENTRA CUANDO NO NOS HACEN CASO.

Eso nos duele. “¡Es que no hicieron lo que yo dije que tenían que hacer!” “¡Yo dije que hicieran la comida así y así, y no lo hicieron!”, en las conferencias ¡¿Por qué me pusieron a esta hermana aquí?, me hubieran puesto a otra hermana!

El disgusto lleva a la controversia. Cuando yo era niño, en la iglesia donde yo me crié, yo miraba esto. Me acuerdo de una hermana que nadie la quería, tenía un carácter fuerte, pero todos tenemos diferente temperamento y así debemos soportarnos unos a otros, en el amor de Dios. A esta hermana le tocó hacer un trabajo con otra hermana, y comenzó a quejarse, “Porqué no me pone con otra hermana” y comenzó el disgusto, levemente comenzó a meterse la amargura. Primero debemos tratar a las personas, y después juzgue, no antes.

A veces porque alguien nos habla de otra persona, ya la estamos juzgando aún sin conocerla realmente y vamos teniendo amargura en contra de la hermana o del hermano.

1 Samuel 22: 1 Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él.
22:2 Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.

La gente también se amarga cuando nadie la toma en cuenta. “Tantos años que estoy en la iglesia y porqué no me pusieron a mí de maestra”, “Por qué yo no estoy a cargo de esto y no me toman en cuenta? Y tienen amargura contra el Pastor, y el Pastor no es adivino para saber sus deseos, de que usted quiere trabajar en esa área, por eso debemos ir con el Pastor y comentarle nuestras ganas de ayudar en la obra. Hermanos, no se amarguen en contra del Pastor, es siervo de Dios, es decir, se está amargando en contra de Dios, y a Él no le agrada eso.

En el relato, había gente amargada porque estaban lejos del pueblo de Dios, pero vino David y vio que nadie les hacía caso, y David les hizo caso, y fue la gente que lo ayudó y defendió. Me imagino que Saúl no les tomó en cuenta y por eso tenían amargura de espíritu.

También por eso nos amargamos, como mi hijo el más pequeño, quería abrir la puerta y yo mande a mi hijo el mayor para que la abriera. Y como no lo dejé, fue e hizo su berrinche. A veces así somos nosotros, si nos dicen: “Deja que mejor lo haga el hermano” y así como mi hijo, como niños, hacemos nuestro berrinche, nos enojamos, hasta lloramos de coraje, y ya no venimos a la iglesia.

Tenemos que tener mucho cuidado con la amargura, si nadie te toma en cuenta, tu ve a Dios, y dile que quieres servirle, que quieres hacer tal cosa, y Dios te va a poner en tu corazón que vayas con el encargado y te ofrezcas a ayudar. No te amargues en tu interior, trabajo hay mucho, ve con Dios y con el Pastor.

A veces nos encerramos en nuestra burbuja, vamos a la iglesia, nos sentamos, y no tenemos la actitud de servicio, y trae amargura.

5. LA AMARGURA ENTRA POR LA MANERA EN QUE A VECES VIVIMOS.

Hay gente impía amargada por cómo vive, y también cristianos que piensan: “Si yo tuviera carro, o una casa bonita, pero tengo que pagar renta” y estamos disgustados por la situación en que vivimos.

Job 23:1 Respondió Job, y dijo:
23:2 Hoy también hablaré con amargura;
Porque es más grave mi llaga que mi gemido.
23:3 ¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!
Yo iría hasta su silla.

A Job no le gustaba la situación que estaba viviendo, pero Dios lo había puesto en esa situación, y Job después pide perdón a Dios por la actitud que estaba teniendo.

A veces podemos pensar: “Si Dios no me hubiera dado esta esposa”, pero, tal vez no te la dio Dios, tú la escogiste, ahora aguántate. O la esposa piensa: “Si tuviera otro marido que no fuera enojón, que fuera más amable”, pero hermanas, no hay marido perfecto, ni hay mujer perfecta, ni hijos perfectos, el problema es que no estamos contentos con lo que tenemos, y nos vamos amargando lentamente. A veces son cosas sencillas que nos amargan, que se van metiendo lentamente en el corazón hasta abundarlo con amargura.

6. LA AMARGURA ENTRA CUANDO PENSAMOS QUE ESTAMOS BIEN DELANTE DE DIOS Y TODO NOS SALE MAL.

Vemos a gente impía que todo le sale bien, y pensamos: “Si yo voy a la iglesia, oro, gano almas, trato de ser buena persona, y ¿Por qué no me va bien?”. Aquí no creo que haya gente así, los Poblanos tal vez no, pero allá en Veracruz, de donde vengo, si hay mucha gente así.

Pensamos que estamos bien delante de Dios, pero hermanos, delante de Dios ¡Nadie está bien, siempre tenemos pecado! Y lo que a Dios le agrada es que siempre que nos sintamos vayamos delante del Él.

Vemos al vecino, que es borracho, y que tiene muchas cosas materiales y un buen trabajo, y nos amargamos. O mi hermano inconverso, que todo le sale bien, y yo que soy cristiano, no más no salgo del problema.

Si usted se encuentra en alguno de los puntos que estoy dando, tenga mucho cuidado. Nos podemos estar amargando en contra de Dios. Recordemos que el sol sale para buenos y malos, justos e injustos. ¿Por qué nos amargamos y cuestionamos?, ¿Por qué sentimos rencor hacia esa gente? Porque no estamos conformes con lo que tenemos, y el Apóstol Pablo dice que “debemos estar contentos con todo lo que Dios nos da”. Si no tenemos salud, debemos estar contentos.

Salmo 73: 21 Se llenó de amargura mi alma,
Y en mi corazón sentía punzadas.
73:22 Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.

El salmista describe al que siente amargura como “punzadas”, como cuando estamos tan enojados por lo que hizo alguien, y no está bien nuestro corazón, nos sentimos irritados al ver a la persona. El que está amargado, es como una bestia, un animal delante de Dios.

Tengamos cuidado con la amargura, pues va entrando lentamente en el corazón. La amargura es como una cisterna, que tiene un huequito, donde sale el agua poco a poquito hasta tarde o temprano queda vacía, y todo destruye. Así, la amargura sigilosamente va penetrando y comenzará a destruir gravemente

II. ¿Qué  hace la amargura?

A) LA AMARGURA CONTRISTA AL ESPÍRITU SANTO.

Efesios 4:30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 

La amargura entra y nos sentimos tan mal y pensamos que no estamos bien delante de Dios porque hay amargura en nuestro corazón. Y nadie sabe cuando hay amargura en el corazón, solamente Dios y usted. Yo no sé si mi esposa tiene amargura en contra de mi, o si un joven tiene amargura contra mí, yo no lo sé, pero Dios si lo sabe y eso contrista al Espíritu Santo, y lentamente va apagando tu fuego, hasta que todo tu fuego se apaga y te enfrías.

No dejes que la amargura entre a tu corazón.

B) LA AMARGURA ESTORBA PARA ALCANZAR LA GRACIA DE DIOS.

Hebreos 12:13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.
12:14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
12:15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 

Por eso, algunas veces la gracia de Dios no está sobre nosotros, ¿Por qué al hermano sí lo bendice Dios, y a mí no? Porque Dios sabe que hay amargura en tu corazón en contra de alguien, y por eso la gracia de Dios, su favor, no va a estar con nosotros.

Por eso a veces no vemos bendiciones, la amargura es un pecado que no se puede ver físicamente, como un adulterio, una fornicación, un robo, o asesinato. La amargura es un pecado muy escondido dentro del corazón que sólo lo ve Dios, por tal motivo, si usted hermano o yo no somos bendecidos, es por algo que está en nuestro corazón, y se llama amargura, y la gracia de Dios no va a estar sobre nosotros,  y vamos a pasar problema tras problema porque el favor de Dios no está sobre nosotros.

No veremos la salida a las dificultades porque la presencia de Dios no está con nosotros. Si tu simplemente quitaras tu amargura y todo disgusto con tus padres, hermanos, vecinos, esposo (a), Yo voy a estar contigo, dice Dios.

Pablo decía: “Todo lo he hecho por la Gracia de Dios conmigo”. Dios quiere que su gracia esté en todos, en cada hermano, en cada persona, pero no está en muchos porque hay amargura en su corazón.

C) LA AMARGURA CONTAMINA A OTRA PERSONA.

Hebreos 12:15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 

La amargura es como una raíz, que entra y se va extendiendo. En mi casa teníamos un arbolito de limón, y nos costó mucho trabajo quitarlo, pues la raíz es muy profunda.

El problema no es que yo tenga amargura, es que esa amargura la puedo compartir con otro hermano. Puedo decir: “No te juntes con ese hermano, no sabes cómo es” y ya estamos metiendo amargura, ya estamos contaminando a otros. Bueno fuera que me amargue yo y que ahí quede, pero no, amargo a otros, y esos otros a más. Va creciendo, como el chisme, hasta que contamina a toda una iglesia, y después hay división. En las familias, entre mismos hermanos, ya no se hablan, causando grandes problemas por una amargura y se dividen las familias.

III. Si detectas Amargura.

Cuando detectemos un poco de amargura, primero:

1. QUÍTALA DE TU CORAZÓN.

Eclesiastés 11:10 Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

A veces, cuando tenemos pasto, y nace una hierba mala, y no la quitamos de raíz, va a volver a crecer, y perjudica al resto del pasto. Si somos un poco perezosos y cortamos el pasto “nada más por encimita” no va a funcionar, debemos arrancar la mala hierba desde la raíz. Debemos sacar todo mal de nuestro corazón pronto, no hay que dejarlo mucho tiempo, porque eso va a destruir nuestra vida espiritual.

Efesios 4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
4:27 ni deis lugar al diablo. 

Si tu y yo estamos viendo que la raíz ya entró, quítala, no digas: “mañana lo arreglo”. Ve delante de Dios con suficiente humildad, y dile: “Señor, perdóname, estoy sintiendo esto hacia una hermano, porque me lastimó, etc.” Toda la verdad dísela a Dios. Y créeme, por experiencia, vas a sentir una paz, una tranquilidad en tu corazón. Podrás ir con esa persona que te ofendió, y podrás expresarle libremente tu sentir. Con esto estas cortando la amargura de tajo, para que ya no vuelva a salir esa amargura.

Pero si por el contrario pensamos: “Ya que el tiempo lo solucione”, No, debemos hacerlo nosotros, y para eso se necesita humildad, para ir y reconocer nuestros errores, reconocer que fallamos y que no somos perfectos. Con esto habrá una mejor comunión con la persona,  a veces nada más es un mal entendido, y por eso todo se echa a perder.

Quite la amargura lo más pronto posible, si en ese mismo día te sientes así, que no pase de ese día, o al día siguiente, haz el intento de buscar al que te lastimó o lastimaste, hermanas, hijos, o esposo, y pide perdón. No esperes a que la raíz quede muy dura para sacarla, pues cuesta mucho trabajo el sacar toda raíz que por años fue profundizando.

Puede haber casos de raíces tan profundas, como las del árbol de mango. Que tiene troncos tan profundos que hasta ahí se anidan cualquier tipo de animales. Cualquier tipo de pecado.

2. CONFIESA A DIOS.

1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 

Si uno va delante de Dios, Él nos va a perdonar,  y nos va a limpiar, a purificar.

Si uno limpia algo a conciencia, sin ser perfectos, imagínese Dios, el nos va a limpiar perfectamente, Él es perfecto y nos quitará toda maldad. Vaya a Dios, confiese su pecado y el mismo Espíritu Santo le va a traer la convicción en su corazón para ir con el hermano, ya se arregló con Dios pero tiene que arreglar cuentas con la persona . Eso es lo que Dios quiere.

Por eso dice la Palabra de Dios: “quítese de vosotros toda amargura, enojo, gritería”. Si nosotros vivimos amargados, tendremos una vida cristiana mediocre, siempre enojados, y ¿Cuántos cristianos conocemos así, que toda su vida están enojados? Porque no han sacado la amargura de su corazón. A veces la misma cara lo da a conocer, como no sonríe, la gente no se le acerca pues tiene miedo de ofenderlo.

Necesitamos reconocer y si la amargura va entrando en nuestro corazón, debemos ir a Dios. Si usted conoce a gente que está amargada, Dios le puede ayudar todavía, no importan los años que tenga de amargado, diez, quince, veinte años, no importa ¡Dios lo va a limpiar! así dice su Palabra y Él es fiel, pero tiene que ir sinceramente, de corazón confesar hasta lo más íntimo, Dios ya lo sabe, pero Él quiere que uno vaya delante de Él, se arrodille, y con lágrimas admita que ha fallado, y que se desahogue. Dios nos quiere ayudar, pero nosotros no queremos ir con Él. Dios nos llama para que vayamos a Él y nos ayudará.

Si usted tiene poco tiempo de tener una amargura, no lo deje y arregle cuentas con Dios, para que la Gracia de Dios este con usted.