Predicación Domingo 07 de Marzo del 2010 – Servicio por la Mañana 8:30am
Hno. Abraham Morales Caballero
Tema: Todos Deben Conocer A Jesús

Marcos capítulo 1 versículos del 40 al 45, dice así la Palabra de Dios: “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.” Padre, danos las fuerzas para saber de la Palabra tuya, prepara nuestros corazones, de los niños y de los jóvenes. Que cada Palabra que salga sea tuya, no mía. Que tu Palabra nos llene. Padre mío, bendiga esta predicación, te lo pido en el nombre de tu hijo Cristo Jesús.

Al tema de hoy le puse por nombre ‘Todos deben conocer a Jesús’ y esta es una historia. Una de nuestro señor Jesús, de lo que él hizo: un milagro de la curación que hizo a un leproso que había en la antigüedad, en el antiguo testamento que nos habla del Levítico. Nos habla acerca de lo que tenían que hacer los leprosos, que ellos tenían que, después de que fueran limpios, tenían que ir ante el sacerdote y tenían que hacer ciertos sacrificios. Para que se mostraran ante el pueblo, ante el grupo donde se encontraban, para que vieran que él era limpio, pero tenía que hacer ciertos sacrificios. Nos habla también que ellos tenían ciertos tipos de lepra, a veces tenían siete días, los apartaban. El sacerdote venía a ver y los revisaba, a ver como estaba su lepra, si estaba bien podía volver otra vez, sino otro rato más, más escondido y así estaban ellos, ¿por qué? por el pecado por la lepra. Y nos habla esta historia acerca de lo que hizo el señor Jesús con este leproso y es muy corta historia. Yo creo que Jesús a través de esta historia, nos puede enseñar muchas cosas a nosotros como cristianos. Lo que quiero es, impartir un poquito, es hacer que veamos un poquito detenidamente, este milagro esta curación que dios que el señor Jesús hizo. Yo creo que cada milagro, cada cosa que hizo Jesús, en esta tierra cuando él estuvo con nosotros, nos dio una enseñanza y cada personaje que él curó; nos enseña algo para nuestra vida como cristianos para seguir adelante, para no desanimarnos.

Nos habla esta historia de cómo fue esto, pero imagino a este leproso aislado, fuera de la ciudad. Porque nos cuenta la historia que ellos tenían que estar aparte, independientes, que no se podían acercar a ellos, porque podían contagiarlos. Los tenían alejados. Yo me imagino que fuera de la ciudad, en el monte, en unas cuevas, escondidos ahí los leprosos. Dice también que si veía a alguien o se le acercaba ellos tenían que decirle “inmundo”, para que la gente no se les acercara. Yo me imagino a ellos tapados, cubiertos, cabizbajos, la mirada triste y hacia abajo, a lo mejor por ver como ellos estaban. Como a ellos la piel de la cara se les iba comiendo la lepra, la carne se les iba cayendo. Me imagino su cara llena de llagas, fea.

Yo les comentaba a los niños esta historia y se los hacía ver, ellos me decían “era horrible, era feo”. Los niños pueden entender y yo les decía “de la cara se les caía la piel”. Muchos niños, dicen “está muy feo, creo que era como monstruo”. Yo digo ” a lo mejor sí” nunca he visto la lepra, pero me imagino algo horrible. Si a veces uno vea ciertos familiares que tienen alguna enfermedad o alguna infección en su cuerpo y se ve feo, se ve horrible. Yo conozco a parientes que han tenido una enfermedad o infección fuerte en su piel y se ve horrible y eso que no es lepra.

Imagínense la lepra, algo horrible, algo que no se podía curar. Pero el Señor Jesús lo hizo, pudo curara este leproso. Sin embargo, vamos aprender algo que hizo el leproso para que fuera curado. Me imagino a este leproso fuera de la ciudad, escondido, a lo mejor sus familiares los hacían a un lado, les decían “estás sucio, estás enfermos, quítate, no te queremos ver aquí, vete lejos”. A lo mejor en su desánimo decía “¿quién me va a curar? nadie me puede curar”. Yo me imagino que este leproso quizás había escuchado rumores acerca de los milagros que el Señor Jesús había hecho, de las cosas grandes que él estaba haciendo. Creo que le llegaron a oídos a este leproso. A lo mejor él se ponía a pensar y decía ” sí es cierto, a lo mejor él me puede curar, si él ha curado paralíticos, ha dado vista. Yo creo que si voy a él, él me puede curar”. Yo me imagino a este leproso llorando diciendo ” nunca me voy a curar, no hay nada para mí, que me pueda curar”. A lo mejor la gente le decía “eres un sucio, quítate de aquí”. Recuerden que la historia dice que a los leprosos, si se acercaban mucho, agarraban piedras y se las aventaban para que se alejaran. Imagínense a estos leprosos, que la gente los humillaba por su condición. Nosotros estábamos en esa condición antiguamente, estábamos en el pecado, estábamos perdidos, hasta que Cristo nos salvó, nos redimió con su sangre preciosa nos limpió. Con esa sangre preciosa que derramó en la Cruz del Calvario, así como a este leproso.

  1. No desanimarnos

Me imagino a este leproso desanimado; dice la Palabra de Dios que él se acercó, imagino a la gente: cuando iba se hacían a la orilla y le decían “quítate de aquí”. Pero él siguió caminando y su meta era llegar hasta ahí. Al principio lo desanimaron, le dijeron “¿tú qué vas a hacer ahí?, no te van a hacer nada, no te van a hacer caso”. La gente lo apartaba o con un palo lo empujaban o desanimaban, pero él no se desanimó. Siguió adelante, dijo “no importa lo que diga la gente, no importan las criticas que me digan”. Me imagino cosas feas que le dijeron a ese leproso antes de llegar a Jesús, porque dice que él estaba fuera de la ciudad y él llegó. Supongo a la gente gritándole, diciéndole cosas, a lo mejor él desanimado. Yo creo que ha de haber pensado “¿para qué voy para allá si mira como me trata la gente?, ¿para qué le sigo?, mejor aquí me quedó, mejor sigo igual como estoy, ya no quiero seguir adelante”. Pero dice la Palabra de Dios que él siguió. Esto nos puede enseñar algo de este leproso: el desánimo. Hay momentos que en nuestra vida como cristianos, que nos ha llegado el desánimo en el caminar con Cristo. Y nosotros caminamos con Cristo, pero a veces nos llega el desánimo.

Podemos aprender algo de este leproso: que a pesar de las críticas que le estuvieron haciendo, él siguió adelante. Dijo “voy a llegar hasta allá, quiero conocer realmente a Jesús”. A veces nosotros como cristianos, tenemos que conocer a nuestro Señor Jesús, de manera personal, verle, sentir su amor tan grande hacia nosotros. A veces nos desanimamos, a veces tenemos problemas, tenemos angustias, a veces no sabemos qué hacer y nos desanimamos y decimos “¿para qué sigo el cristianismo? mira como estoy. La gente, mis familiares me critican, mira como me dicen el ‘aleluya’. Mira como me dicen en mi escuela -‘ay tú muy santito y mira cómo eres, eres un diablo, eres una diabla-” Los jóvenes son más atacados en las escuela, ¿cuántos no los critican? y les dicen “¡ay! si tu papá va a la iglesia, y tú ¿para que vas? mejor no vayas, vamos a la discoteca” A veces llegan momentos que desaniman a los jóvenes por ver los problemas en su casa, en sus hogares, con los papás. Yo me imagino con los jóvenes, han de decir “si tu papá tiene problemas y él sigue Jesús y él va a la iglesia, yo no sé para qué sigue ahí”. Se han desanimado algunos jóvenes. Me imagino también a los hermanos que somos adultos, que tenemos hijos y vemos la situaciones que a veces estamos pasando en a que no hay trabajo, que tenemos enfermos algunos parientes o familiares y nos desanimamos y decimos “si oro siempre, leo la Biblia y sigo igual. No tengo dinero y no tengo que comer y mis hijos están así, o mi papá está así o mi mamá, ¿cómo le hago? “ A veces, nos desanimamos y decimos” ya no quiero seguir, mejor ya no voy a ir a la iglesia y voy a probar un ratito, a ver si esta semana me cae trabajo” No venimos a la iglesia por cuestiones personales, morales, a veces de cuestión de dinero. Simplemente nos desanimamos y no venimos a la iglesia, ¿por qué? porque nos desanimamos. Pónganse a pensar, las veces que no va a la iglesia; no es porque usted tiene trabajo, si no que está en su casa y no hace nada y no va a la iglesia porque está desanimado, porque está triste, porque dice “¿para qué voy? si sigo igual”.

Podemos aprender de este leproso, que a pesar de que él en su caminar no quería, con su impotencia por no poder hacer nada ante la sociedad, ante la gente que lo criticaba. Él no pensó en la gente, en las críticas, el siguió y dijo “yo voy a ir hasta allá, tengo que ir” Imagino momentos que ha de haber dicho “mejor me regreso a como estaba antes” Y hay momentos en nuestra vida que pensamos en regresar a nuestro antiguo camino, queremos regresar y decir “yo antes vivía mejor, yo no sufría tanto, yo estaba mejor, yo no sé qué hago acá, si nada más pierdo mi tiempo, mi tiempo es oro”. A veces la gente así dice “el tiempo es oro”. Pero, el tiempo que usted va a la iglesia, es de bendición para el ser espiritual. Nosotros en ocasiones no lo podemos entender, pero Dios quiere lo mejor para nosotros. El ir a la iglesia, y que muchos hermanos prediquen, no va ser para que Dios se ponga más contento, al contrario, nos ayuda a nosotros, nos alimenta espiritualmente, nos ayuda para seguir fiel a él. Eso nos anima, pero si nosotros nos desanimamos y no vamos a la iglesia, peor va a ser la cosa. No nos acercamos a Dios y Dios quiere que nos acerquemos.

  1. Confiar en la Palabra de Dios

Veamos lo que habla Mateo 14:27 otra historia acerca de Pedro, de lo que Dios exhortó a Pedro y le dijo “ten ánimos” y así Dios nos dice a nosotros, el Señor Jesús nos dice que tengamos ánimos. Mateo capítulo 14 versículos del 22 al 33: “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: !Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: !Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: !!Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: !!Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.”

Podemos ver aquí que el Señor Jesús hizo a sus hijos entrar a la barca e ir adelante de él a la otra rivera entre tanto que él despedía a la multitud. Podemos darnos cuenta que el Señor Jesús tenía un plan para ellos, quería ver que tanta fe tenían. Los dejó ahí, diciéndoles que fueran primero, que se adelantaran que quería ver que iban a hacer. Creo que los dejó solos y dice la Palabra de Dios que empezaron los vientos, que empezaron las mareas, que empezó la tribulación y ellos empezaron a tener miedo, empezaron a ver los problemas y decir “¡ay! está difícil”. A veces así hermano, Jesús nos deja solos y nos dice “vamos a ver que tanto vas a hacer ahorita. Si realmente me amas y tienes mucha fe conmigo te voy a dejar”. En ocasiones pasamos ciertas pruebas y nos desanimamos, pero es que a veces que cosas que Dios está poniendo en nuestra vida para que aumenten nuestra fe y nos apeguemos más a la Palabra de Dios. E Señor Jesús dejó a sus discípulos solos por un rato nada más y a veces Jesús nos deja solos para ver si lo buscamos a él, si nos animamos. Él le dijo a sus discípulos “engáñenlo”. A veces Jesús nos dice “tengan ánimos, no se desanimen, yo estoy con ustedes”. El problema es que a veces dudamos porque no tenemos mucha fe. Cuando nos llega el desánimo es porque tenemos poca fe. Necesitamos que nos aumente la fe, y ¿cómo vamos a aumentar la fe? pues tenemos que orar, leer la Palabra de Dios. A veces digo “pero yo oro, leo la Palabra de Dios”. Hermano: Dios quiere perseverancia. A veces no perseveramos, empezamos y ya luego no queremos seguir y ahí nos quedamos. Como cristianos, como seres humanos a veces nosotros nada más queremos la respuesta fácil, rápida, que sea al instante y si Dios no contesta buscamos por otro lado, pensando que si Dios no nos contestó a lo mejor por otro lado. Por nuestra propia fuerza, a veces queremos hacer la solución, pero tenemos que confiar en Dios, tenemos que levantarnos y no desanimarnos, dejar en él nuestros problemas y él nos va a ayudar.

  1. No separarnos del amor de Cristo

Romanos 8 del versículo 33 al 39, dice la Palabra de Dios: ” ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito:   Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;   Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Para mí es un versículo muy bueno cuando me entra la tristeza, la depresión o me siento triste y desanimado y ya no quiero seguir, siempre recurro a estos versículos. Y me da ánimos porque nos dice “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” A veces, tenemos problemas, a veces tenemos cosas difíciles, a veces tenemos enfermedades y nos desanimamos. Pero, eso no nos va a separar del amor de Cristo, dice “ni la muerte nos va a poder separa del amor de Cristo”. Con Cristo somos salvos y vamos a ir al cielo. Esto nos debe animar, que no importe lo que estemos pasando, porque sabemos que algún día vamos a estar en los cielos. Y que cuando muramos allá estaremos, dándole gracias a Dios por lo que nos ha dado y por lo que ha hecho por nosotros; sin merecerlo, él nos va a dar ese gran regalo.

A veces nosotros decimos “qué difícil es la vida cristiana, ¡qué tan triste!, mira lo que estoy pasando” Son tristezas para la gente que está muriendo y se va a ir al infierno. Qué tristeza es para ellos, yo creo que deben estar más tristes, nosotros debemos estar más contentos, a pesar de los problemas que tengamos. Debemos recurrir a la Palabra de Dios: y Dios a través de su Palabra nos va a dar aliento, nos va a dar ánimos para que sigamos adelante. Así como este leproso siguió adelante, así Dios quiere que sigamos adelante y lleguemos hasta él. Y él nos va a ayudar para seguir fieles. Cristo tuvo una respuesta para el leproso, así que tiene una respuesta para sus problemas, para el desánimo que usted tiene. Cristo tiene una respuesta: simplemente tiene que ir a él. Tiene que ir a él, pero con humillación como llegó este leproso. Este leproso dice que llegó hincado, de rodillas; vemos aquí la humillación, él se humilló plenamente ante Jesús. Hoy en día es lo que nos cuesta trabajo como cristianos, nos cuesta trabajo humillarnos y nos cuesta trabajo ir a Cristo. Ir y pedirle a Cristo que nos ayude.

  1. Oir lo que Dios nos dice

El humillarnos es a veces dejar la soberbia. El problema es que tenemos tanta soberbia y decimos “¿yo para qué voy a ir?, para qué voy a la iglesia si así estoy bien.” Nos cuesta trabajo, pero sabemos que tenemos problemas. Yo creo que todos tenemos problemas ¿o habrá alguien que no los tenga? yo creo que no. Todos los tenemos. Algunos son físicamente, algunos problemas morales, otros espirituales. Yo no los conozco, pero Dios sí conoce cada uno de los problemas que estamos pasando. Tenemos que ir nosotros como este leproso que se humilló, se arrodilló adelante de Jesús. ¿Y Jesús qué hizo? Jesús lo sanó. Jesús sanó su lepra; al instante que lo tocó fue restaurada su piel. Yo imagino al leproso contento, gozoso y que dijo “¡guau!, ¡me cambió mi vida!” Nosotros si queremos que nos cambien nuestra vida, tenemos que ir ante Jesús humillados delante de él. Humillados acercándonos delante de él. Dios quiere que nos acerquemos delante de él, simplemente humillados.

El hincarse es reverencia a Dios. Cuando somos reverentes a Dios tenemos que apegarnos a lo que él nos dice. El problema es que hoy en día no queremos hacer o que Dios nos dice. Y Dios nos dice “ve a la iglesia, lee la Biblia, ora, ayuna” y no lo queremos hacer. Hoy en día la gente se está preparando para Semana Santa y nada más es un tiempo. Pero nosotros somos cristianos, tenemos todo el año, toda la vida como cristianos para prepararnos. La gente se prepara por un tiempo nada más y se olvidan de Dios. A veces nos pasa eso, nos preparamos un momento y ya después nos olvidamos de Dios y ya no queremos saber nada de Dios. Cuando tenemos problemas nos acercamos a Dios y él nos ayuda y después de ahí nos olvidamos. La Palabra de Dios nos dice que siempre debemos dar gracias a Dios. Dice la Palabra de Dios “da siempre gracias a Dios, en todo”. Si usted está pasando por una prueba, pues vaya Dios, acérquese a él, a Jesús; y Jesús le va a ayudar. Yo no conozco sus problemas, pero Jesús si conoce y sabe lo que está pasando usted. Y sabe lo que está pasando usted hermana, joven, señorita. Hoy día tantas cosas que se han visto con los jóvenes, tanta muerte. Los jóvenes en la depresión se suicidan, se ahorcan, toman pastillas y ya no quieren vivir, porque llega el desánimo, porque no se acercan a Dios. Hoy en día tenemos que buscar a Dios, pero humillados. Humillados como le hizo este leproso, se acercó a Dios y Dios le tocó.

  1. Ir a Jesús

Mateo 11:28, nos habla la Palabra de Dios para cuando nosotros tenemos problemas: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” A veces así nos sentimos, cansados, tristes, que no podemos, tenemos nuestros problemas y nosotros lo queremos solucionar con nuestra propia fuerza. Pero no lo podemos hacer a veces. Tenemos nosotros que venir a Jesús y dejarle las cargas. Y se siente tan bien estar livianito cuando uno viene a Jesús y le pide con humillación, con todo nuestro corazón y oramos y le pedimos “Yo no puedo seguir esto, pero lo dejo ante ti y tú me vas a ayudar, yo confío en ti” Cuando lo hacemos sinceramente y Dios ve en nuestro corazón que somos sinceros, estamos humillados, en el dejamos nuestras cargas, sentimos una carga ligera. Y uno vuelve otra vez a sentirse bien y a seguir adelante. Hay momentos en los que no queremos dejarle la carga a Jesús si no vamos y dejamos la carga a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros vecinos, a nuestros amigos. Vamos y les decimos nuestros problemas y a veces ahí está el problema. Primeramente tenemos que ir a Jesús y él nos va a ayudar a través de su Palabra, lo que tenemos que hacer, para poder descansar tranquilamente y podamos dormir. En ocasiones no podemos dormir de tantos problemas, nada más damos vueltas para acá y apara allá y pensamos “¿cómo le voy a hacer mañana? cómo le voy a hacer para el pago de esto? y ¿cómo le voy a hacer con el doctor si mi mamá está enferma?” Empezamos a preguntarnos, a presionarnos. Nosotros mismos a veces nos presionamos y simplemente si nosotros vamos a ver a Jesús y oramos y nos humillamos delante de él. Yo cree que él nos va a confrontar y nos va a dar aliento para seguir adelante. Pero tenemos que ir a él, el problema es que no queremos ir a él y no queremos humillarnos

En Mateo 20 versículos del 20 al 34, dice la Palabra de Dios: “Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.” Aquí vemos otro milagro que Jesús hizo. Pero ellos tuvieron que ir a Jesús. Ellos clamaban y le decían: “!Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!” Y a veces tenemos que ir a Jesús y clamar por nuestra alma. Clamar a Dios para decirle que nos ayude y nos socorra en nuestros problemas, en nuestras circunstancias que a veces pasamos como cristianos. Pero también podemos aprender algo de esta enseñanza.

  1. Predicar el Evangelio

El leproso dijo que fue y predicó y divulgó la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no dice ” Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes” Dice que éste leproso cuando fue restaurado, fue y predicó la Palabra.Empezó a decir “Jesús me sanó, me salvó” Pero más antes Jesús le dijo “tienes que ir primero ante los sacerdotes”. Para que los sacerdotes vieran que él era Dios mismo, era el hijo de Dios, pero él fue a decirle a la gente. Hoy en día a veces nosotros, eso es lo que tenemos que ir a hacer: predicar lo que Jesús ha hecho en nuestra vida. Yo creo que muchos de nosotros, en nuestra antigua vida, fuimos unos tremendos pecadores ¿o todos fuimos santos? yo creo que no.

Todos pasamos una etapa horrible en nuestra vida antes de llegar a ser cristianos. Y nosotros por medio de lo que Dios hizo en nuestra vida podemos llevar el Evangelio a la gente y decirle “Jesús me restauró, Jesús cambió mi vida, y él puede cambiar tu vida”. Cada quien tiene diferente testimonio de lo que Dios ha hecho en su vida y tenemos que llevar el Evangelio. Así como este leproso fue y divulgó lo que Jesús había hecho, a veces nosotros tenemos que llevarlo, hacer eso. El problema es que no queremos llevar el Evangelio, no queremos hacer nada por la obra de Dios. No queremos predicar nos da vergüenza lo que Dios ha hecho. A veces sí hermanos, yo creo que nos debe dar vergüenza lo que eraos antes, pero para honra y gloria de Dios, para glorificar a Dios, para que la glorifiqué a Dios, que vean lo que él hizo con nosotros, en nuestra vida, cuando estábamos perdidos, en el pecado, llenos de inmundicia. Él nos rescató.

No me gusta tocar temas acerca de mi vida cuando voy a predicar el Evangelio, siempre habló del Evangelio, hay momentos que me es necesario hablar de la vida pasada que era yo. Es algo que es para explicar lo que Dios hizo a través de mi vida y es para honra y gloria de Dios, porque Dios ha sido bueno para con nosotros. Si nosotros no fuéramos salvos, quizás no estuviéramos ahorita, yo creo que estuviéramos muertos, muchos no tuvieran sus matrimonios juntos, estuvieran separados, nuestros hijos yo creo que no estuvieran con nosotros. A lo mejor un hijo estaría en la drogadicción, otro en el alcoholismo. No lo sabemos. Pero gracias a Dios que estamos aquí en la iglesia, gracias a Dios que nuestros hijos están con nosotros, gracias a Dios que nuestra esposa está con nosotros, gracias a Dios que tenemos salud y tenemos fuerza para trabajar. Eso debe darnos aliento también para seguir adelante y aliento para llevar el Evangelio a la gente perdida. “Hermano, yo no sé predicar” pueden decir, pero usted puede llevar el Evangelio y aprender. Algo que me sorprendía de una hermana de por Orizaba, el tiempo que estuvo con nosotros fue una gran bendición para mí ya aprendí algo de ella. Cada persona que viene, gracias a Dios, aprendemos algo de cierta persona, de cierto hermano, de lo que hacen. Yo aprendí algo de la hermana, me dijo “la verdad yo no sé predicar el Evangelio , yo ni sé nada” Pero miraba a la hermana dando un folleto bien contenta, con gozo alegre y venía una persona y ya se iba sobre ella y lo agarraba y decía “espérate te voy a dar un folleto por lo menos”. A pesar que no podía dar el Evangelio bien, no se lo sabía bien decía “por lo menos un folleto, pero le voy a dar” ¡Y qué bendición! que ella sabía, estaba reconociendo lo que su vida había pasado y las cosas buenas que Dios le había puesto en su camino, ella daba gozo, por lo que estaba haciendo.

Este leproso lo imagino contento, con gozo cuando fue a predicar el Evangelio. Porque ya era limpio, porque Dios ya había hecho cosas grandes y maravillosas en su vida y en su cuerpo. Así nosotros tenemos que llevar el Evangelio, predicarlo con gozo. El problema es que vamos a predicar el Evangelio con una tristeza. A veces ya no queremos ir “no, ¡para qué¡ la gente nada más me insulta, me dice de cosa” Tenemos que llevar el Evangelio, dice la Palabra de Dios, porque así lo dijo el Señor Jesús “y predicar a toda criatura y hacer discípulos a toda criatura“.

Tenemos que predicar el Evangelio, veamos Segunda de Timoteo 4:1-2, lo que dice Pablo a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” Aquí el Apóstol Pablo le dice a Timoteo “Timoteo te encarezco, te suplico, te ruego” . Así nos dice a veces el Señor Jesús “te suplico, te ruego, te encarezco que prediques la Palabra” y cuántos tenemos ya mucho tiempo de cristianos, de lo que Dios ha hecho en nuestra vida y no hemos predicado el Evangelio, y estamos en unos tiempos difíciles, donde a veces están pasando cosas terribles a nuestro alrededor, los temblores como el de Haití, lo que está pasando en Chile. Son cosas malas, estamos en los tiempos difíciles y nosotros a veces estamos dormidos, no queremos llevar el Evangelio. Si a veces no queremos salir los sábados donde nos toca, pues menos llevar el Evangelio a esos países.

Tenemos que llevar el Evangelio a la gente que se está perdiendo, a la gente que se está yendo al infierno. ¿Cuánta gente ahorita se está yendo al infierno?, ¿cuánta gente hoy en día se quiere quitar la vida y ya no quiere vivir porque no encuentra solución a sus problemas, porque ya no sabe qué hacer y nosotros tenemos la solución. Simplemente decirle Cristo te ama y él te puede salvar y te puede ayudar y otras veces queremos ayudar a la gente, pero nosotros no podemos, pero sí podemos llevar el Evangelio y él que los puede ayudar es Jesús. Pero tenemos que ir y predicar el Evangelio, llevar a la gente el Evangelio, pero a veces nos da vergüenza predicar el Evangelio. Piensan “¿qué van a decir de mí mis amigos?, ¿qué van a decir de mí mis familiares?, ¿que yo voy a predicar el Evangelio” Yo creo que es algo hermoso, algo bonito llevar el Evangelio o ¿quiénes van a llevar el Evangelio y piensan que es algo horrible? yo creo que a los primeros cuando les dicen “no”, a lo mejor se ponen tristes, pero es algo bonito llevar el Evangelio, llevar a la gente que hay un salvador. Aunque la gente dice “no, pues es que yo creo que el infierno está aquí, mira lo que estoy pasando” Pero si uno le muestra con la Palabra de Dios, lo que Dios nos da, su regalo tan precioso, que es el Señor Jesús, yo creo que la gente puede entender y comprender. A lo mejor al instante no, pero podemos dejar ahí la semilla y Dios a su tiempo va a cosechar lo que nosotros vamos regando. Tal vez dijimos “pues nadie gane, a nadie le hable de Cristo, nadie me escuchó”. Pero, hay otros hermanos anduvieron también tocando puertas y a ellos Dios les permitió que fueran y ganaran a uno para Cristo. Tenemos que predicar el Evangelio. Dice la Palabra de Dios, “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” .Tenemos que llevar el Evangelio. Así como este leproso fue y llevó el Evangelio y empezó a divulgar lo que Cristo había hecho. Yo creo que fue con un gran corazón para que la gente supiera del Señor Jesús, pero yo creo que aquí parte de ellos no obedeció también a Jesús y a veces hoy en día no hacemos la voluntad de Dios, no queremos obedecer, hacemos nuestra voluntad y decimos “¡no!, ¿para qué?”, ¿yo para qué voy a obedecer al pastor?, mejor hago otra cosa, ¿para qué voy a obedecer al hermano?, mejor hago otra cosa , ¿para qué obedezco a Dios?”

Este leproso, dice la Palabra de Dios, que fue y Jesús le dijo “Primero, tienes que ir ante el sacerdote, para que el sacerdote vea y te declare que tú eres limpio” él no fue ante el sacerdote, o sea que no obedeció, fue desobediente y hoy en día somos desobedientes, no queremos obedecer la Palabra de Dios, queremos hacer nuestra voluntad y por eso, por lo que él no fue y empezó a divulgar. Dice la Palabra de Dios que Jesús ya no entraba a la ciudad, se quedaba afuera y empezaba a predicar pero en otros lados, ya n entró a la ciudad. Porque éste entró y empezó a divulgar ¿por qué? porque no hizo la voluntad lo que Jesús quería que él hiciera. Sin embargo Jesús siguió predicando y a veces nosotros no queremos hacer la voluntad, nos aferramos a hacer lo que queremos. Y a veces, no porque nosotros queramos hacer lo que nosotros queramos Jesús ya no va a hacer la obra, él va a seguir haciendo la obra con nosotros, Jesús nos va a seguir ayudando. En ocasiones Dios no quiere ayudar de una manera fácil, más rápida, pero tenemos que obedecerlo y no siempre lo queremos obedecer. Nuestro problema es que Dios nos dice “vas a hacer esto” y no lo quiere hacer uno. A veces el pastor nos dice “vas a hacer todo esto y Dios te va ayudar” y decimos “no, mejor eso no hago, mejor hago otra cosa” Y no hacemos la voluntad de Dios. Sin embargo Jesús no se aparta, Jesús sigue ahí con nosotros, pero nos dice “eres necio,¿ por qué no haces lo que yo te digo?, vas a ver que te va a ir mejor, más rápido” Pero nosotros siempre somos como ‘contreras’, siempre lo contrario. Si Jesús me dice” haz esto” yo hago lo otro. Si Jesús me dice “vete a la derecha” yo me voy a la izquierda. Tomamos diferentes caminos y a veces la Palabra de Dios nos dice “mira vas a hacer esto, yo te quiero, yo te amo, pero simplemente obedézcame” Y a veces decimos “es que si hago esto como que se va a tardar mucho en solucionarse mi problema. No, mejor no. Mejor hago otra cosa” Y empiezo a hacer las cosas que hacía antes. Así empezamos a veces a pensar, empezamos a hacer cosas que a Dios no le agradan, y empezamos a hacer cosas que Dios se pone triste y dice” Hijo, simplemente obedéceme. Obedéceme y vas a ver qué va a ir bien” Si nosotros obedecemos, Dios nos va ayudar para seguir adelante, si hacemos su voluntad. Pero si no hacemos la voluntad de nuestro Dios, Dios no va a seguir adelante.

Veamos Mateo 26:39 al 42, dice la Palabra de Dios: “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 0 Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” El mismo Jesús se tuvo que someter a la voluntad de Dios, siendo él, el hijo de Dios tuvo que someterse y a veces nosotros no nos queremos someter a la voluntad que Dios nos dice. Si Jesús, siendo Jesús, se sometió a la voluntad de Dios, pues nosotros quienes somos para no obedecer, para no someternos a la voluntad de Dios. Dios a veces nos dice, vas a hacer esto, pero a veces no queremos hacerlo. Ese leproso fue sano, pero no obedeció a Jesús. No sabemos qué pasó más adelante con él. Pero si algo le pasó grave, yo creo que fue porque no obedeció a Jesús y otras veces nos ayuda y nos dice “ahora ya te ayudé, ahora obedéceme, predica el Evangelio, ve a la iglesia, ve a ganar almas, ayuda en la iglesia” Pero no siempre queremos hacer la voluntad de Dios, decimos “ya me sanó y ¿ya para qué? para qué voy a seguir adelante” Ya no lo queremos hacer, nos quedamos estancados. Ya no queremos alborotar. Somos ingratos, porque Dios ya nos ayudó y nos dice “vas a hacer esto”. Así como le dijo a este leproso, ve ante el sacerdote”, a nosotros a veces nos dice “ve a la iglesia, ve a ganar almas” Y no queremos hacerlo, “ve y ora, ve y lee la Biblia” y no queremos hacer la voluntad de Dios. Estamos en contra de la voluntad de Dios.

Tenemos como cristianos hacer la voluntad de Dios, tenemos que predicar el Evangelio y no nos desanimemos en los problemas que tengamos. Tenemos a Jesús, él que nos ayuda, nuestro ayudador. A él siempre tenemos que recurrir. No busqué por otros lugares. A veces vamos con el psicólogo y le decimos “no, es que mi hijo está así” y voy con el psicólogo para que lo ayude. Vayamos a Jesús, Jesús no vas a ayudar, nos va dar la respuesta correcta para que podamos seguir adelante. ¿Quién es mejor un psicólogo o Jesús?, quién es mejor la Palabra de Dios o alguien más? Jesús. El psicólogo nada más nos va a quitar 200 ó 300 ó 400 pesos, que necesitamos para nuestros hijos o para la comida o para la semana. O a veces los horóscopos, vamos a ellos a ver qué puedo hacer; y ¿por qué no vamos a la Palabra de Dios? su palabra nos va a ayudar para solucionar nuestros problemas Cuando soluciona nuestros problemas el Señor Jesús, no hay que ser ingratos, vayamos y hagamos la voluntad de Dios, lo que Dios nos dice.

Demos gracias a Dios: Señor Jesús le doy gracias, usted ha sido bueno y misericordioso lleno de amor, por su gracia Señor, nos habló a nuestros corazones. Padre mío yo le pido que usted escuché las plegarias de cada uno de los hermanos. Padre mío pon en nuestros corazones hacer tu voluntad, no la nuestra. Gracias porque ha sido bueno y misericordioso.